Sunday, January 29, 2012

En busca de respeto: un antropólogo en Harlem.

“El ghetto latino de Nueva York y los campos de concentración de la Segunda Guerra comparten la característica de contar con una población civil que asume esos espacios de humillación institucionalizada como si fueran normales”

"No son ´otros exóticos´ habitantes de un mundo irracional aparte, sino productos made in USA "
 Philippe Bourgois, antropólogo.

"Tú eres un negro bueno, Felipe". Le escuchó decir el antropólogo Philippe Bourgois al vendedor de crack alcoholizado al que ayudaba a llegar a su casa, en Harlem. Sintió que por fin había conseguido formar parte de ese universo: las lógicas del narcotráfico y la cultura de la calle en un barrio marginal neoyorquino.
Por tres años y medio, Bourgois se mudó a un departamento en la colonia portorriqueña de East Harlem. De esos años allí salió con, al menos, dos convicciones. Una, que la venta de drogas organizada, con sus códigos y las habilidades personales que demanda, es "la única fuente de empleo accesible para la gente del barrio". Otra, que lo único que hacían era reproducir el modelo norteamericano inaccesible, basado en el esfuerzo individual y la acumulación de dinero.

Toda la experiencia se tradujo en el libro "En busca de respeto". Cree que es urgente cambiar el enfoque que en EE.UU. se tiene sobre la pobreza, que suele verse como una decisión individual de quienes no han sabido aprovechar las oportunidades que da el sistema. "Hay que desmoralizar la discusión y hacerla más seria en torno a sus causas estructurales".

El padre de Philippe fue prisionero en Auschwitz. Quiso escaparse, pero lo atraparon. Como castigo fue trasladado al mayor centro de exterminio del nazismo. Fue una temporada atroz, pero pudo escaparse de nuevo. Al antropólogo le duele sospechar que en la actualidad hay otros que están pasando por experiencias similares. “Para expresarlo en términos brutales, el gueto latino de Nueva York y los campos de concentración de la Segunda Guerra comparten la característica de contar con una población civil que asume esos espacios de humillación institucionalizada como si fueran normales”, acusa. El pasado y el presente se enlazan sin dar tregua; “por eso la indignación de mi padre ante el recuerdo de la indiferencia o las burlas de sus compañeros a pocos metros de las cámaras de gas me animó a escribir sobre la violencia cotidiana del apartheid estadounidense”.

En varios de sus trabajos, Bourgois ha insistido en la existencia de un "apartheid étnico y de clase" en EE.UU. "Desde los 80 hasta el presente las estadísticas muestran que la desigualdad y la pobreza han aumentado. Pero la segregación étnica siempre ha existido. Somos un país muy racista históricamente, y eso ha influido en cómo se formaron ghettos, la ansiedad en torno al color de la piel, la superioridad moral de una cultura sobre otra. Eso es fuerte siempre, pero ahora está en auge, porque estamos en crisis. Hay una hipocresía muy fuerte", asegura.

Durante esos años en Harlem, en ningún momento escondió su identidad de antropólogo. "Mi experiencia es que si uno cae en eso, el error se vuelve en contra. Y es mucho más interesante y fácil ser lo que uno es. Además, cuando yo explicaba lo que hacía, eso le parecía normal a la gente. Quieren hablar de lo que saben y están de acuerdo en que son interesantes", dice. "Cuando caminaba donde no me conocían, creían que era policía y me huían. Pero en mi propia calle hacía lo que hacía cualquier vecino: tenía un carro malo, lo reparaba, venía un vecino y me ayudaba. Me casé ahí. Todo eso me normalizó, aunque la gente me llamaba ´blanquito´".“Hey, blanquito, ven pa’cá, quiero hablar contigo”. Es decir, yo era alguien exótico". Una niña de papás portorriqueños se lo resumió a “Felipe” un día. “Nos encanta oírte hablar –le confesó–. Suenas igualito a un comercial de la tele.” "El milagro de la etnografía es que si uno trata con respeto a la gente alrededor de uno, normalmente reacciona bien. Lo importante es hacerlo paulatinamente, es decir, no entrar como un invasor que hace las entrevistas rápido y sale. Por eso es que alquilé un apartamento y viví ahí con mi familia. Al principio, andaba con mi hijo de seis meses, y así yo parecía normal para los vecinos: era un papá con su niño; no era un loco, no era un policía, no era un drogadicto, nada, era un papá con su niño, y eso me normalizó".

"La magia de la etnografía es la empatía entre el antropólogo y las personas que estudia. Pero el límite no es nada claro, es fluido y requiere que se sobrepase para tener acceso a la información. Es necesario hacer amistad. Al mismo tiempo, aunque uno es un manipulador, que está siempre escuchando y analizando cada detalle, necesita relajarse, porque si está sobreanalizando al punto de no tener una relación normal, las personas no hablan de manera normal", dice Bourgois, y asegura que no temió incluir los efectos que su presencia causaba sobre el escenario que estaba estudiando.

Aun así, no hizo falta mucho tiempo para que lo quisieran agujerear como un colador. En una fiesta le mostró al jefe de la banda, Ray, un periódico donde él aparecía caracterizado como “antropólogo especialista en East Harlem”. Entre música y cervezas, media docena de voces empezaron a pedir a su líder que leyera el epígrafe de la noticia. “Desafortunadamente, Ray lo intentó”, escribiría luego Bourgois. “Tropecé con una cara tan contorsionada como la de un estudiante de primaria a quien su maestro ha señalado para ridiculizarlo.” Los secuaces, hasta ese momento en silencio, empezaron a tentarse. “La herida de fracaso institucional que el muchacho cargaba desde niño, enterrada y sobrecompensada a lo largo de los años, se había abierto repentinamente.”

Philippe tuvo que “guardarse” varias semanas so pena de que Ray lo mandara matar. “Para entender esto encuentro útiles las teorías de Bourdieu sobre violencia simbólica –retoma Philippe–. En estas interacciones, los que llevan las de perder padecen violencias constantes. Puede ser por su camisa, su falda, o por su forma de pronunciar los plurales. Cualquier minucia. Lo que es peor, se convence a las víctimas de que es su propia estupidez la que ocasiona esos episodios incómodos. Me lo ilustró bien Primo, uno de mis amigos de allá, cuando me relató que su jefa lo había llamado ‘analfabeto’ y él tuvo que recurrir a un diccionario para ver qué le habían querido decir con eso. Y sabía leer. La incomunicación, evidentemente, estaba en otro lado.”

De ahí que el título, En busca de respeto, sea un hallazgo. "Sintetiza a la perfección el hecho de que los expulsados del circuito ciudadano tienen como utopía la posibilidad de que se los contemple como algo más que subhumanos. En la desesperación, el dinero se percibe como un conjuro contra el desprecio. A más dinero, menos angustia. Y la venta de drogas es el mecanismo más directo para obtener esa protección.
En Harlem se menciona a cada rato, y es muy popular el verbo “to disrespect” (faltar el respeto). Cuando empecé a meterme en la noche, no había una sola oportunidad en que no oyera hablar de eso. “Ser respetado” era ser reconocido como miembro dentro de su sociedad. Lo increíble de los vendedores de crack es que en el afán de conseguir ese reconocimiento produjeran tanta destrucción."

"Harlem era el barrio más pobre en la ciudad más rica de Estados Unidos. Nueva York no es cualquier ciudad, es el centro financiero del mundo. Ser pobre en ese ambiente, donde se juegan las altas finanzas, es diferente a serlo en cualquier otra ciudad más mediocre, donde la pobreza está más repartida. Ellos ven pasar a los vaqueros en sus coches yéndose a las playas más caras de Estados Unidos por la autopista que pasa sobre sus cabezas. Ese es el argumento de por qué hay tanta violencia y entrega a la economía del crack: están desesperados buscando el sueño americano. Y si no lo logran, no sienten autorrespeto ni dignidad. Es malo ser pobre en cualquier país, pero en Estados Unidos es realmente un insulto que duele porque la riqueza está ahí. Irónicamente, se reproduce el modelo americano de superarse materialmente, dominar al otro, ser el empresario más grande. Reproducían en la "cultura de la calle" el modelo norteamericano inaccesible, basado en el esfuerzo individual y la acumulación de dinero."

"El fenómeno del hip hop es algo muy bonito que surgió de la exclusión, de no tener acceso a la cultura de clase media, se reconstruyó una propia cultura con mucha energía y creatividad en el rap, el break dance, el graffiti, la manera de vestirse, etcétera. Pero luego hay una tendencia que es el gangsta rap que sí tiene que ver con el sentido de la búsqueda de poder, de dinero, de dominación machista sobre la mujer en términos muy brutos, y eso es lo que domina ahora a nivel popular y comercial dentro de la música rap, esa línea de buscar respeto a través de lo material, de la violencia y la dominación masculina sobre las mujeres."

"Lo que sí compruebo cada vez que vuelvo a East Harlem es que la vida se abre camino. Para darte un ejemplo, el hijo de uno de los dealers con los que me comuniqué en los ochenta es ahora diseñador web. No gana fortunas, pero gracias a los anuncios que Google pone en su site tiene para mantenerse. Lo insólito es que su página es sobre pandilleros. Enseña cómo golpear mejor, cómo pelearse, y los anunciantes son compañías que fabrican ropa onda hip hop. En ese chico yo veo las contradicciones de la sociedad de consumo, junto a una creatividad que está pidiendo pista para canalizarse de modo más positivo." 
"No son ´otros exóticos´ habitantes de un mundo irracional aparte, sino productos made in USA ", dice Bourgois.

-Dígame la verdad, ¿no probó ni una seca?

No, mi adicción es el trabajo. Y no creas que no es grave. Se duerme y se come pésimamente y se destruyen las relaciones amorosas. De hecho, al cumplir dos años y medio de investigación me derrumbé. Pasaba las madrugadas con mis informantes, y temprano en la mañana tenía que llevar a mi hijo a la guardería sin haber descansado. De ahí volvía a casa para redactar mis notas. ¿Quieres saber el resultado? Tendinitis en las manos –de tanto escribir– y un ataque de nervios a la Woody Allen. Entonces Primo y César –dos vendedores de droga– me venían a ver para darme coraje. César, un tipo violento, me estimulaba como podía y me advertía que el libro “lo iba a tener que terminar sí o sí”. Y Primo, que es un buen tipo y gran amigo, me hacía masajes en los brazos...

Fuentes:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-18928-2010-08-13.html
http://cosecharoja.fnpi.org/entrevista-al-antropologo-philippe-bourgois/
http://www.lanacion.com.ar/1298907-philippe-bourgois-la-antropologia-como-inmersion-en-mundos-ajenos
http://www.diarioperfil.com.ar/edimp/0499/articulo.php?art=23882&ed=0499

Tuesday, January 24, 2012

El mal gesto: la comunicación no verbal en diferentes culturas.

"Está comprobado que las palabras sólo transmiten el 7% del mensaje, (...) el 93% de un mensaje se transmite mediante comunicación no verbal." Chris Knight, antropólogo.
 “Hace muchos años comencé a preguntarme: ¿cómo hacen los movimientos del cuerpo para representar las palabras? (...) Actualmente mi planteamiento es distinto: El hombre es un ser multisensorial. Algunas veces verbaliza” Ray BirdWhistell, antropólogo.

Chris Knigth (catedrático de Antropología en la University of East London) sabe que el lenguaje no sirve para que las personas sientan una buena predisposición para el diálogo. Para ganar la confianza de alguien se requiere algo más poderoso que las palabras:  
"El tono de voz, entre el 20 y el 30, y el resto de nuestro cuerpo, especialmente el rostro, entre el 60 y el 80%. La conclusión final es que el 93% de un mensaje se transmite mediante comunicación no verbal"

Pero mucho antes que él, Ray BirdWhistell, antropólogo, fue el pionero de la quinésica o cinesis (que estudia el significado de los movimientos corporales y de los gestos) y, tras largos años de estudio, llegó a la conclusión de que la base de las comunicaciones humanas se desarrolla a un nivel por debajo de la conciencia, en el cual las palabras sólo tienen relevancia indirecta. Mediante estos estudios, ya en 1952, estimó que no más del 35 por ciento del significado social de cualquier conversación corresponde a las palabras habladas. De hecho, cuando el comportamiento no verbal contradice al verbal en lugar de subrayarlo, se tiende a creer más en el componente no verbal, por ser menos probable que se encuentre bajo control consciente.


Según este antropólogo, no hay gestos universales, es decir, no existe una expresión facial, una actitud o una postura corporal que transmita el mismo significado en todas las sociedades. Consideramos significado de una forma especial: todos los hombres sonríen pero la sonrisa varía según las diferentes culturas; en nuestro aprendizaje en la niñez nos enseñan en qué ocasiones debemos sonreír y en cuáles no, y esto será diferente en cada cultura. Tampoco existe la mera sonrisa. La expresión de la cara, la postura del cuerpo y la expresión en torno a los ojos pueden participar, como ocurre a menudo en la sonrisa.

     “Hace muchos años comencé a preguntarme: ¿cómo hacen los movimientos del cuerpo para representar las palabras? Ahora me pregunto: Cuándo resulta apropiado el empleo de las palabras? Son muy adecuadas para enseñar o para hablar por teléfono, pero en un instante dos personas se están comunicando en muchos niveles diferentes, y solamente en uno o dos de ellos las palabras poseen alguna relevancia. Actualmente mi planteamiento es distinto: El hombre es un ser multisensorial. Algunas veces verbaliza”

 
Pero la sonrisa de los niños ciegos y sordos se produce aunque no hayan podido aprenderla por imitación, lo que califica a la sonrisa como innata o genética. El zoólogo Desmond Morris, en su libro El mono Desnudo, se atreve a teorizar el origen de la risa como un "llanto frustrado" Mientras que el llanto empieza al nacer el infante, la risa sólo aparece en el tercer o cuarto mes de vida, esta fecha es la misma en la que el niño es capaz de reconocer el rostro materno frente a otros rostros para él desconocido; esta coincidencia es para nuestro autor esencial. El bebé, por un lado, reacciona ante un rostro desconocido como ante una amenaza, llorando; mientras que por otro lado el niño reaccionará ante la visión del rostro materno con un murmullo gozoso. Ahora bien, ¿cómo reaccionará el pequeño ante una aparente amenaza materna típica (excesivo acercamiento, zarandeo, agarre etc.)? Efectivamente, según Morris, la respuesta del niño es la risa.

Pero a pesar de estos ejemplos, hoy en día todavía se discute si algunos gestos son aprendidos y se convierten en costumbres o son genéticos. Por ejemplo, la mayoría de los hombres se ponen la chaqueta por la manga derecha y la mayoría de las mujeres por la izquierda. Las mujeres, al alzar en brazos al bebé de manera vertical, siempre lo hacen de manera que la cabeza del niño se apoye en el pecho izquierdo, y no en el derecho. Cabe preguntarnos si éstas y otras reacciones son innatas o se han aprendido de forma inconsciente de otros hombres y/o mujeres.

Aún con todo, se sabe que gran parte de nuestra conducta no verbal es aprendida, y el significado de los movimientos y gestos está determinado por el tipo de civilización. Así como el lenguaje hablado difiere en culturas diferentes, el lenguaje no verbal también puede variar. Un gesto puede resultar común y tener un significado conocido en una cultura y desconocerse o interpretarse distintamente en otra. 

Todo el mundo sabe que mostrar el dedo corazón con el resto de los otros dedos cerrados en cualquier lado es considerado un insulto. Pero la cosa se complica cuando gestos inocentes para algunos, en otros países es un insulto tan grande que hasta puede costar la vida. Por ejemplo en los Estados Unidos y en muchos otros países, el dedo gordo o pulgar hacia arriba es un gesto de aprobación, pero en Grecia y en Rusia es un insulto.

Si en algún momento llegan a viajar es mejor que conozcan que gestos con las manos no pueden hacer en ciertos países. La siguiente infografía creada por PimsLeur Approach les muestra 7 gestos que si bien son comunes y amigables en los Estados Unidos y en muchos otros países, en algunos otros no tanto y les pueden causar muchos problemas.

  Además...:
  • Levantar el pulgar como emperador romano perdonavidas, o como cuando damos nuestro OK a algo, significa sólamente el número 1 en Alemania. Así comienzan a contar con los dedos los germanos. En cambio, los japoneses comienzan por el meñique, por lo que el pulgar en alto significa el número 5.
  • Contar con los dedos al uso de los chinos no es tan sencillo: el pulgar se usa para contar de 10 mil en 10 mil; el índice para contar de 1.000 en 1.000, el corazón para las centenas, el anular para contar de 20 en 20 y el meñique para las unidades.
  • Si le muestras la palma de la mano con los dedos separados a un griego, se acordará de tu madre en muy malos términos. La “manita“ que puede significar una señal de stop para nosotros, el Grecia es un insulto muy feo, que se agrava si se hace con ambas manos hacia el interlocutor. Se le llama moutza y parece que viene de una antiquísima costumbre de arrojar ceniza o excrementos a la cara del ofensor.
  • Si estando en Francia o Bélgica tu interlocutor se da un golpe en la muñeca con los dedos de la otra mano, no te está apremiando a que le des la hora sino que te está indicando que es momento de irse.
  • Supongamos que unos amigos te invitan a una copa en un bar en Alemania o Austria. Antes de sentarte a la mesa con ellos, golpea la mesa un par de veces con los nudillos para saludar a todos con un mismo gesto. Y si te invitan a una conferencia magistral, puedes repetir el golpeteo sobre el apoyabrazos o la mesita de tu asiento, y se suele repitir hasta 10 veces para mostrar tu buena opinión sobre la disertación.
  •  Si quieres decir “no” en Bulgaria, deberás mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo. Sí, exactamente al revés de lo que seguramente haces en tu país. Y viceversa, el “sí” se dice moviendo la cabeza para un lado y el otro. Y no es el único país, este sistema “al revés” también en zonas de India, Pakistán y Turquía.
  • En muchos países musulmanes sólo debes usar la mano derecha para comer y dar y recibir objetos, incluyendo el dinero. La mano izquierda está reservada a acciones más íntimas como el aseo personal o para tocar cosas que hubieran estado en contacto con el suelo o la suciedad.
  • En Japón, China y Vietnam es importante dar y recibir objetos con ambas manos para demostrar consideración y valoración del presente.
  • Es bastante común hacer girar el dedo mientras se apunta a la sien para señalar que alguien no está muy cuerdo. Sin embargo, en Alemania y Austria es un insulto bastante grave. 
  • En Rusia, golpearte el cuello con los dedos índice y medio significa que ya estás muy ebrio.
 

    Fuentes:
    http://www.pimsleurapproach.com/blog/language-learning/the-hand-jive-hand-gestures-infographic
    http://www.diariodelviajero.com/asia/china-buenos-modales-en-un-viaje-de-negocios
    http://www.diariodelviajero.com/consejos/gestos-y-lenguaje-corporal-en-distintos-paises-del-mundo
    http://www.diariodelviajero.com/consejos/gestos-y-lenguaje-corporal-en-distintos-paises-del-mundo-ii

    Friday, January 20, 2012

    Los poderosos que no amaban Internet: La era de la información.

    "El poder tiene miedo de Internet. Internet es un instrumento de libertad y de autonomía, cuando el poder siempre ha estado basado en el control de las personas, mediante el de información y comunicación. Pero esto se acaba. Porque Internet no se puede controlar".

    "En realidad, Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación."

    Entrevista a Manuel Castells profesor de sociología.
    http://www.elpais.com/articulo/reportajes/poder/tiene/miedo/Internet/elpepusocdmg/20080106elpdmgrep_5/Tes

    Si alguien ha estudiado las interioridades de la sociedad de la información es el sociólogo Manuel Castells (Hellín, 1942). Su trilogía "La era de la información: economía, sociedad y cultura" ha sido traducida a 23 idiomas. Es uno de los primeros cerebros rescatados: volvió a España después de haber investigado e impartido clases durante 24 años en la Universidad de California, en Berkeley. Una de sus investigaciones más reciente es el Proyecto Internet Cataluña, en el que durante seis años ha analizado, mediante 15.000 entrevistas personales y 40.000 a través de la Red, los cambios que Internet introduce en la cultura y la organización social.


    Pregunta. Esta investigación muestra que Internet no favorece el aislamiento, como muchos creen, sino que las personas que más chatean son las más sociables.
    Respuesta. Sí. Para nosotros no es ninguna sorpresa. La sorpresa es que ese resultado haya sido una sorpresa. Hay por lo menos 15 estudios importantes en el mundo que dan ese mismo resultado.

    P. ¿Por qué cree que la idea contraria se ha extendido con éxito?

    R. Los medios de comunicación tienen mucho que ver. Todos sabemos que las malas noticias son más noticia. Usted utiliza Internet, y sus hijos, también; pero resulta más interesante creer que está lleno de terroristas, de pornografía... Pensar que es un factor de alienación resulta más interesante que decir: Internet es la extensión de su vida. Si usted es sociable, será más sociable; si no lo es, Internet le ayudará un poquito, pero no mucho. Los medios son en cierto modo la expresión de lo que piensa la sociedad: la cuestión es por qué la sociedad piensa eso.

    P. ¿Por miedo a lo nuevo?

    R. Exacto. Pero miedo, ¿de quién? De la vieja sociedad a la nueva, de los padres a sus hijos, de las personas que tienen el poder anclado en un mundo tecnológica, social y culturalmente antiguo, respecto de lo que se les viene encima, que no entienden ni controlan y que perciben como un peligro, y en el fondo lo es. Porque Internet es un instrumento de libertad y de autonomía, cuando el poder siempre ha estado basado en el control de las personas, mediante el de información y comunicación. Pero esto se acaba. Porque Internet no se puede controlar.

    P. Vivimos en una sociedad en la que la gestión de la visibilidad en la esfera pública mediática, como la define John J. Thompson, se ha convertido en la principal preocupación de cualquier institución, empresa u organismo. Pero el control de la imagen pública requiere medios que sean controlables, y si Internet no lo es...

    R. No lo es, y eso explica por qué los poderes tienen miedo de Internet. Yo he estado en no sé cuántas comisiones asesoras de gobiernos e instituciones internacionales en los últimos 15 años, y la primera pregunta que los gobiernos hacen siempre es: ¿cómo podemos controlar Internet? La respuesta es siempre la misma: no se puede. Puede haber vigilancia, pero no control.

    P. Si Internet es tan determinante de la vida social y económica, ¿su acceso puede ser el principal factor de exclusión?

    R. No, el más importante seguirá siendo el acceso al trabajo y a la carrera profesional, y antes el nivel educativo, porque, sin educación, la tecnología no sirve para nada. En España, la llamada brecha digital es por cuestión de edad. Los datos están muy claros: entre los mayores de 55 años, sólo el 9% son usuarios de Internet, pero entre los menores de 25 años, son el 90%.

    P. ¿Es, pues, sólo una cuestión de tiempo?

    R. Cuando mi generación haya desaparecido, no habrá brecha digital en el acceso. Ahora bien, en la sociedad de Internet, lo complicado no es saber navegar, sino saber dónde ir, dónde buscar lo que se quiere encontrar y qué hacer con lo que se encuentra. Y esto requiere educación. En realidad, Internet amplifica la más vieja brecha social de la historia, que es el nivel de educación. Que un 55% de los adultos no haya completado en España la educación secundaria, ésa es la verdadera brecha digital.

    P. En esta sociedad que tiende a ser tan líquida, en expresión de Zygmunt Bauman, en que todo cambia constantemente, y que cada vez está más globalizada, ¿puede aumentar la sensación de inseguridad, de que el mundo se mueve bajo nuestros pies?

    R. Hay una nueva sociedad que yo he intentado definir teóricamente con el concepto de sociedad-red, y que no está muy lejos de la que define Bauman. Yo creo que, más que líquida, es una sociedad en que todo está articulado de forma transversal y hay menos control de las instituciones tradicionales.

    P. ¿En qué sentido?

    R. Se extiende la idea de que las instituciones centrales de la sociedad, el Estado y la familia tradicional, ya no funcionan. Entonces se nos mueve todo el suelo a la vez. Primero, la gente piensa que sus gobiernos no la representan y no son fiables. Empezamos, pues, mal. Segundo, piensan que el mercado les va bien a los que ganan y mal a los que pierden. Como la mayoría pierde, hay una desconfianza hacia lo que la lógica pura y dura del mercado le pueda proporcionar a la gente. Tercero, estamos globalizados; esto quiere decir que nuestro dinero está en algún flujo global que no controlamos, que la población se ve sometida a unas presiones migratorias muy fuertes, de modo que cada vez es más difícil encerrar a la gente en una cultura o en unas fronteras nacionales.

    P. ¿Qué papel desempeña Internet en este proceso?

    R. Por un lado, al permitirnos acceder a toda la información, aumenta la incertidumbre, pero al mismo tiempo es un instrumento clave para la autonomía de las personas, y esto es algo que hemos demostrado por primera vez en nuestra investigación. Cuanto más autónoma es una persona, más utiliza Internet. En nuestro trabajo hemos definido seis dimensiones de autonomía, y hemos comprobado que cuando una persona tiene un fuerte proyecto de autonomía, en cualquiera de esas dimensiones, utiliza Internet con mucha más frecuencia e intensidad. Y el uso de Internet refuerza a la vez su autonomía. Pero, claro, cuanto más controla una persona su vida, menos se fía de las instituciones.

    P. Y mayor puede ser su frustración por la distancia que hay entre las posibilidades teóricas de participación y las que ejercen en la práctica, que se limitan a votar cada cuatro años, ¿no cree?

    R. Sí, hay un desfase enorme entre la capacidad tecnológica y la cultura política. Muchos municipios han puesto puntos Wi-Fi de acceso, pero si al mismo tiempo no son capaces de articular un sistema de participación, sirven para que la gente organice mejor sus propias redes, pero no para participar en la vida pública. El problema es que el sistema político no está abierto a la participación, al diálogo constante con los ciudadanos, a la cultura de la autonomía, y, por tanto, estas tecnologías lo que hacen es distanciar todavía más la política de la ciudadanía
    .

    Monday, January 16, 2012

    Ornamentaciones corporales: el cuerpo como templo.

     "Padre, píntame el mundo en mi cuerpo." Canto indígena de Dakota del Sur

    Los rostros pintados diferenciaban rivales de aliados. Hoy, la cosmética sigue haciendo lo mismo al definir a qué tribu perteneces. Y la jungla es la ciudad.

    Solo una línea negra bajo los ojos. Ese es todo el maquillaje de los soldados actuales. Pero al contrario que los sioux, comanches y otras tribus que se pintaban el rostro con diversos colores para atemorizar a sus rivales, los mercenarios de hoy lo hacen para evitar que les ciegue el reflejo del sol, al igual que hacían los egipcios y otras tribus del desierto (el origen del "khol", el lapiz de ojos) y al igual que lo hacen los jugadores de rugby actualmente.

    Cuando hablamos de pintura en la cara, todo tiempo pasado fue distinto. Muy distinto.
    Y ese tiempo pasado se remonta al Neolítico y nos sitúa en África. Todavía se conservan en Chad petroglifos de 10.000 años de antigüedad que muestran a las Niola Doa (bellas mujeres); cuerpos femeninos adornados con líneas geométricas que aún hoy se observan entre las mujeres locales.

    Pero esto ocurría en todo el mundo. Recientemente, arqueólogos vietnamitas han encontrado en la provincia de Cao Bang una cueva habitada por la cultura Son hace 8.000 años. Entre sus restos hallaron cristales molidos, minerales y diversas herramientas que utilizaban para pintarse el rostro.

    Cuenta Julio César en La Guerra de las Galias que: “Los britanni (refiriéndose a los celtas) se tiñen el cuerpo de azul”. Y es que estas tribus, en especial en Escocia, atribuían al tinte además de un poderoso influjo para atemorizar al enemigo, un efecto protector contra el frío.

    En nuestra cultura, las mujeres comienzan a pintarse en la adolescencia, un claro rito iniciático; como los jóvenes Nuba, del África subsahariana, se cubren el cuerpo de cenizas para señalar el paso a la pubertad. En las tribus nómadas del desierto, las mujeres, para su boda, se dibujan con henna, un tinte que se lleva utilizando más de 9.000 años. En otras circunstancias sirve para enfatizar rangos sociales, como es el caso de las castas de la India.

    Pero no sólo se maquillan las mujeres. Entre los Bororo, o Woodabe, en Níger, continúan dándole una especial atención al maquillaje para una de las reuniones de flirteo y fertilidad más llamativas del mundo, la danza del Geerewol:


    La pintura también desempeñó un papel equivalente a los libros en sociedades que no contaban con escritura. Las tribus de los valles aislados de Papúa cuentan su génesis por medio de su rostro. Una de estas comunidades, los wahgi, considera que cuanto más luminoso luzca un diseño, mayor será la suerte que recibirá de sus dioses. Los wajapi de la Amazonía tienen una remota tradición llamada kusiwa que consiste en utilizar tintes vegetales para adornar sus cuerpos y otros objetos con motivos geométricos. En el transcurso de los siglos, han ido desarrollando un lenguaje único gráfico y verbal, que refleja su cosmología y los conocimientos esenciales de la vida de la tribu: la estructura genuina de la sociedad. El arte kusiwa es tan complejo que los wajapi consideran que la competencia técnica y artística necesaria para dominar el arte del dibujo y preparar los tintes no puede alcanzarse antes de los cuarenta años.

    Y los colores, del mismo modo que los que hoy lucen los hinchas del fútbol en las batallas dominicales, siempre han sido mensajes cifrados: los seminoles, antiguos habitantes de la península de Florida, en Estados Unidos, usaban el blanco para establecer treguas con sus enemigos, el verde les daba el poder de la visión nocturna y el amarillo representaba la muerte (el color de los huesos viejos). Y lucían el negro para prepararse para la batalla.

    Para muchas tribus africanas, el maquillaje va mucho más allá. La riqueza cultural procedente de más de 3.000 grupos étnicos distintos en este continente es tan grande, que en muchos de sus grupos la ornamentación corporal es una expresión cultural más elemental para ellos que la propia música o la danza.

    Las tribus Surma y Mursi son indígenas del sur de Etiopia que viven en el valle del Omo. En una práctica inmemorial se adornan, cotidianamente, con espectaculares tocados realizando también decoraciones increiblemente bellas en sus cuerpos con pigmentos naturales extraidos de minerales y vegetales, que además les ayuda como repelente de insectos al mezclar estas pinturas con ceniza y orina de ganado. Sus pinturas representan desde diseños abstractos a los patrones de colores de las flores, que forman una deslumbrante variedad en todo el cuerpo. Consideran su imagen como algo abstracto. Se pintan el cuerpo dos o tres veces al día, como si cambiasen de ropa en una particular forma de seducción, de expresar su estado de ánimo o su orgullo. Las escarificaciones y mutilaciones que se infligen son también signos de elegancia, de fortaleza y de valor.

     Las mujeres de la tribu Mwila son famosas por sus peinados que son muy significativos en su cultura. Las mujeres se untan el pelo con una pasta de color rojo, llamada oncula, que se hace con un tipo de piedra roja triturada, una mezcla de aceite, corteza de árbol triturada, estiércol seco de vaca y hierbas. Además adornan su peinado con perlas, conchas de cauri y hasta comida seca. Las mujeres Mwila también son famosas por sus collares, y para cada período de su vida le corresponde un tipo específico de collar. Las niñas llevan collares de color rojo fabricados con granos cubiertos de una mezcla especial de tierra. A partir de la adolescencia usan collares de color amarillo llamados Vikeka, y hechos con mimbre cubiertos de tierra que mantienen hasta su boda. Nunca se quitan sus collares y duermen con ellos puestos.


    Las mujeres Himba se distinguen por los enrevesados estilos con que arreglan su cabellera. Adicionalmente, con el objeto de protegerse del intenso sol, las mujeres untan su cuerpo con una sustancia hecha mezclando ocre, manteca y hierbas, la cual les da a su piel un característico color rojizo.



    El Africa tradicional ha conocido una grandísima variedad de estilos en la ornamentación personal, bien mediante modificaciones de la apariencia física (escarificación, tatuaje, pintura corporal, el peinado, ...), bien mediante el vestido y la bisutería.  Estos estilos han servido para expresar las diferencias de sexo, edad, estado civil, religión, etnia, posición social o una determinada circunstancia (trabajo, fiesta, duelo, ...)
    Hoy, cuando entre la juventud de muchos países del norte las modificaciones físicas del cuerpo (piercings, tatuajes, escarificaciones ...) son la última moda y simbolos de modernidad, puede resultar extraño que dichos adornos, especialmente la pintura corporal y la desnudez, fueron considerados como bárbaros y signos de falta de civismo.

     Fuentes:

     http://ibytes.es/blog_indigenas_africanos_atuendos_Etiopia.html
     http://ibytes.es/blog_memorias_de_africa.html
     http://www.quo.es/ciencia/hombre/galeria_maquillaje

    Wednesday, January 11, 2012

    Los miao: el mundo bordado en plata.

    "¿Cómo es que los bordados son cada día más caros? La razón es muy sencilla: las muchachas de esta generación ya no quieren bordar. Las bordadoras deben concentrarse al máximo en su trabajo, de lo contrario no pueden crear una obra perfecta".  Zhang Chunying (etnia miao)

    China cuenta con más de 500 etnias, cada una con sus propios idiomas y costumbres. Las etnias miao componen casi el ocho por ciento de esos grupos. En algunas aldeas, los miao se llaman a sí mismos “los hmu”, en otras “los hmong”, pero la palabra china “miao”, que se refiere a estas y otras tribus afines, significa “tallo del arroz”.
     
    Según las costumbres de los Miao, las mujeres no debían salir del pueblo ni necesitan saber leer: bastaba con que harían los trabajos de la casa.

    Pero Zhang Chunying, cuando tenía 20 años, abandonó su hogar para ir a buscar trabajo. Lo encontró en una fábrica de confección de Guangzhou, capital de la provincia sureña de Guangdong, que la contrató como bordadora a máquina. Pero en el fondo de su corazón, ella prefería seguir bordando a mano, así que decidió dedicar su tiempo libre a esta bella artesanía de su etnia. Pasado un tiempo, sus bordados se expusieron en Beijing. Fue entonces cuando Zhang Chunying abrió una tienda en la que solamente se vendían vestidos y adornos de los Miao. Y no tardó en comprobar que a muchos extranjeros les encantan la sencillez y el singular estilo de estos productos artesanales.

    Aunque la tienda de Beijing marchaba muy bien, Zhang Chunying decidió volver a Guizhou, su tierra natal, para cuidar a sus padres y a sus hijos. Tras recorrer muchas ciudades, se percató de que los bordados Miao se habían convertido en obras de arte y piezas decorativas. Pero al mismo tiempo notó que cada vez había más jóvenes de su etnia que aprendían a leer y escribir y salían del pueblo a trabajar, pero que olvidaban por completo su artesanía del bordado. Resuelta a evitarlo, Zhang Chunying invirtió sus ahorros en el establecimiento de una fábrica de bordados Miao y contrató entre cincuenta y sesenta trabajadoras. Además de encargarse de la comercialización de los productos, Zhang Chunying dirige las actividades de formación del personal:

    «¿Cómo es que los bordados son cada día más caros? La razón es muy sencilla: las muchachas de esta generación ya no quieren bordar. Las bordadoras deben concentrarse al máximo en su trabajo, de lo contrario no pueden crear una obra perfecta. La tendencia actual es compaginar el bordado con los estudios. De esta manera, si en el futuro estas jóvenes no encuentran un empleo conveniente, siempre podrán ganarse la vida bordando».

    La confección de un vestido tradicional de la etnia Miao es un proceso largo y complejo que incluye, entre otras fases, la recogida del algodón, la tejedura de las telas, la cría de gusanos y el devanado de la seda, así como la recolección de las plantas de las que se extraen los colorantes, la cocción del cuero para impermeabilizar las telas y, por supuesto, el bordado a mano. Generalmente, en un año una bordadora solo puede confeccionar uno o dos de estos vestidos, cuyo precio por unidad oscila entre los 5000 y los 6000 dólares.

    «Los bordados Miao deben adaptarse a las exigencias del mercado y de la moda. Por eso siempre estoy pensando en maneras de perfeccionar las técnicas. Por ejemplo, hay gente a la que le gusta el bordado pero que no se siente confortable con la basta tela de los prendas Miao. Para atender a este tipo de consumidores, cosemos los bordados sobre telas comunes, alternativa que resulta también más barata y sencilla». 

    El bordado forma parte de la vida de los Miao. Tanto las niñas como las ancianas de esta etnia son bordadoras muy diestras. Sus vestidos de diario, sus trajes de fiesta e incluso sus artículos de uso cotidiano se decoran con finos bordados. Entre las mujeres Miao circula este dicho: «La gente se compara con la gente y los bordados con los bordados»; eso viene a significar que al comparar a dos personas, se compara su manera de bailar y cantar; y cuando se comparan dos bordados, se comparan las técnicas de tejer, bordar y teñir. Las niñas Miao empiezan a aprender esta labor artesanal cuando tienen siete u ocho años, y a los catorce o quince ya dominan las técnicas básicas. Estas siempre se transmiten de madre a hija o de hermana mayor a hermana menor.

    «Desde muy pequeñas nos gusta bordar para vestirse. A diferencia de los habitantes de la ciudad, los Miao desdeñamos a quienes no saben bordar. Si una joven no tiene esta habilidad, es muy posible que se quede soltera. Para nosotras, bordar bien es un orgullo».
     
    Pero no sólo son expertos artesanos del bordado: el brocado, el batik (técnica de estampado de tejidos) y la orfebrería en plata también gozan de fama. Cuando las chicas vestidas de gala se reúnen, parece que nos hallamos en un hermoso mundo de plata. El gusto por los adornos confeccionados con este material es un instinto natural de la etnia, aunque algunas lleguen a pesar hasta 7 kilos. Ellas se hacen un moño en la coronilla y llevan corolas de plata bien manufacturadas y de 20 centímetros de altura, decoradas con muchas flores de plata, figurillas de “dos dragones jugando con una perla”, “mariposas sobre las flores”, “aves que se agrupan en torno a un fénix”... En algunos lugares, se añaden cuernos de buey de plata muy largos en las corolas, con cintas multicolores sujetadas en sus extremos, realzando así la elegancia y nobleza de la mujer. Los hmong vrong o miao cuernos largos llevan enormes arreglos capilares como costumbre heredada por siglos, que son mezcla de cabello natural y artificial. 
    Los collares son de varias capas, compuestos por anillos de plata engarzados o plaquillas de flores de platas. Delante se llevan candados de plata, y sobre los hombros una capa del mismo material con muchas campanillas pendientes. Las bocamangas está engastado un círculo ancho de adornos de plata. Algunos ornamentos son heredados por generaciones y su confección es muy refinada e ingeniosa, reflejando plenamente la sabiduría y habilidad de este grupo étnico.

    Los miao también son conocidos por sus festivales tradicionales. En una de estas celebraciones de los miao ghao-xong, los chamanes escalan descalzos unas escaleras de espadas, dando vueltas sobre la hojilla de un puñal. Usan turbantes y son famosos por sus danzas peculiares, en las que hacen movimientos complicados justo al ritmo de los tambores. Los miao qiandong norteños son conocidos por sus festivales de cortejo, en los cuales los hombres jóvenes tocan un instrumento de pipas de bambú, llamado lusheng, para cortejar a la chica miao de su preferencia. Los miao de Rongjiang son coloridos, y les encanta bailar y cantar. En su región, visten coloridas faldas afaroladas, con vuelos de tela bordada y plumas de pájaros. Al danzar al son de sus lushengs, el viento abanica los vuelos afarolados y hace revolotear las numerosas plumas. Los miao qiandong del condado de Leishan están tan aislados de las altas montañas, que han tenido que desarrollar un medio de comunicación llamado “canciones voladoras”. Una persona se pone de pie en la cima de una montaña y proyecta en alto su canto para transmitir una noticia a la villa de la montaña vecina, quienes a su vez cantan la noticia a la siguiente aldea, y así sucesivamente.


    Canción Miao o Hmong de A You Duo (Sun Drum) con subtítulos en inglés.

    Fuentes:
    http://espanol.cri.cn/1/2005/10/11/1@72735.htm
    http://cuadernoderetazos.wordpress.com/2011/04/11/vestidos-de-plata-de-los-miao/
    http://spanish.china.org.cn/xi-shaoshu/shaoshu/shao-miao.htm
    http://www.chinaviva.com/Miao/tela.htm

    Saturday, January 7, 2012

    Te veo, te huelo y vengo a echarte de menos: saludos del mundo.


    "A pesar del mito, los inuit  no se besan frotándose la nariz, y la mera sugerencia de este gesto les irrita. Lo que si practican es el "kunik", una especie de resoplido de afecto que sobre todo emplean las madres con sus hijos, aunque también lo hacen las parejas. Y es que las palabras “beso” y “olor” se designan con la misma palabra".

    En algunos paisajes inmensos e inhóspitos, donde el ser humano se siente pequeño, la presencia del otro y el resto de la comunidad se valora mucho más.Y en los saludos, se nota.

    “Entre las tribus del norte de Natal, Sudáfrica, el saludo más común es la expresión Sawu bona. Significa literalmente "te veo" (Sí, como se saludan los Na´vi de la película Avatar). Los miembros de la tribu responden diciendo Sikkhona, "estoy aquí". El orden del diálogo es importante: Mientras no me hayas visto, no existo. Es como si al verme me dieras la existencia.

    Este sentido, implícito en el idioma, forma parte del espíritu del ubuntu, una actitud mental prevaleciente entre los nativos africanos que viven al sur del Sahara. La palabra ubuntu surge del dicho popular Umuntu ngumuntu nagabantu, que en zulú significa "Una persona es una persona a causa de los demás". Si alguien se educa con esta perspectiva, su identidad se basa en el hecho de ser visto, de que la gente lo respete y lo reconozca como persona.

    Durante los últimos años, en Sudáfrica, muchas empresas han contratado trabajadores que se criaron en regiones tribales. La ética ubuntu a menudo choca con la ética de esas empresas. En una oficina, por ejemplo, es muy normal cruzarse con alguien en el pasillo y no saludarle. En la ética ubuntu esto es peor que una falta de respeto, pues implica que no se reconoce la existencia de esa persona. Hace poco tiempo, un consultor interno que se había criado en una aldea rural quedó bastante contrariado después de una reunión infructuosa. Cuando se comentó un proyecto donde él había desempeñado un papel vital, no se mencionó ni se reconoció su intervención. Cuando luego le preguntaron qué le molestaba tanto, respondió: "Ustedes no comprenden. Cuando hablaron del proyecto, no mencionaron mi nombre. No me hicieron una persona".
     
    Los ancianos y ancianas de Irán, para saludar a alguien a quien aprecian, tapan sus ojos con sus manos y dicen "tú eres mis ojos".

    Nigel Barley, antropólogo (inocente) cuenta en su famoso libro:

    "Cuando me encontraba con un dowayo, lo saludaba. En esto no había problema, pues había hecho que mi ayudante me adiestrara hasta la saciedad en el pequeño diálogo que hay que intercambiar con cada persona que uno saluda: «¿Está el cielo despejado para ti?» «El cielo está despejado para mí. ¿Está despejado para ti?» «El cielo también está despejado para mí.»"

    En las grandes montañas andinas de Bolivia, la lengua aymara tiene un verbo, "tumpasiña", que se puede traducir por: "Ir a visitar, ir a ver, ir a percatarse ocular y personalmente de alguien o de algo propio o considerado como propio, y por tanto muy querido, muy amado, muy apreciado por uno. Un ir a echarse de menos”. Al igual que en la inmensidad del desierto del Sahara, las inmensas montañas del Altiplano hacen sentir minúsculos a la gente, por eso cuando de pronto se acerca un campesino y dice: "he venido a echarte de menos" la profundidad del Altiplano pasa a la profundidad del corazón de un amigo.

    Esta sentimiento viene de la filosofía de la Suma Qamaña, que se podría traducir como “buen convivir”, la sociedad buena para todos en suficiente armonía interna con los otros y con la naturaleza (la Pacha Mama) Es, por tanto, la energía y fuerza vital para vivir y compartir con otros. Por eso, cuando en el mundo andino, y en tantos otros pueblos indígenas originarios, se afirma que las suyas son culturas para la vida, no se refieren sólo a este hecho físico de vivir sino también a todo este conjunto de relaciones sociales con un ambiente de acogida. Por eso se habla además de “cuidar” y “criar” la vida, como algo que hacen juntos, en familia.

    De la lengua maya aprendemos que no hay jerarquías que separe objeto y sujeto, porque yo bebo el agua que me bebe y soy mirado por todo lo que miro, y por eso se saludan así:

    In laak'tsilech, eres mi semejante.
       bix a beel?, toj a wool?, como está tu camino? está derecha tu alma?
     toj in beel, mi camino es correcto.

    En tzotzil, una variante de lengua maya, se dice "lio'te" o "ahí estás" y se contesta "lio'ne" "aquí estoy".

    'Pura vida' es la frase que responden los costarricenses o ticos cuando se les pregunta: '¿cómo estás?' Es sinónimo de estar bien y tranquilo. Una sensación de estar satisfecho con la vida y uno mismo. Entonces uno exclama 'pura vida' también, cerrando así el círculo. La expresión no extraña dada la ingente cantidad de animales y plantas que viven en este hermoso país, el cual rebosa vida por todos lados, ya que posee el 4,7% del total de las especies conocidas en el planeta Tierra.
     
    Mientras, en el Tibet la gente se saluda mostrando la lengua como señal de que ninguna palabra malintencionada saldrá de su boca.

    Los miembros de la etnia Ngá de Malawi, por ejemplo, se saludan sacudiendo el miembro viril del contrario. Dos sacudidas si no es allegado y tres si se trata de un pariente directo. Las mujeres se dan apretones en los pechos. ¡Ojo con probar el método a lo loco! Cuatro apretaditas significa que hay un interés de uno por el otro. La singular forma de salutación procede de las creencia de algunas tribus que consideraban un peligro besarse porque el alma se les podía escapar por la boca.

    Los rusos siguen dejando decenas de imágenes malintencionadas para la posteridad cuando se propinan esos besos típicos en los que personas heterosexuales del mismo sexo se intercambian tres besos tan cercanos a las comisuras de los labios que parece otro tipo de reencuentro. Un generoso regalo para los fotoperiodistas de mal agüero.
    Y que hay de lo inhóspito de la nieve? Un indio Cree (Canadá) cuenta “Sí, estuve una vez en Montreal, pero no puedo volver. A mi me gusta mucho el jockey. Todos los sábados veo en la televisión el partido que juegan en el Forum de Montreal. Hay tanta gente ahí! Más que en mi poblado. Me han dicho que en el Forum caben todos los cree de Québec. Yo quería ir a ver un partido, ya que estaba en Montreal. Empecé a andar hacia el Forum y… no creas que me perdí. Toda la calle estaba llena de gente que iba en la misma dirección. Me alegró pensar que yo iba adonde todas esas personas de la ciudad. Pero cuanto más andaba, más gente había y empecé a darme cuenta que íbamos a estar todos juntos en el mismo espacio. Me entró miedo. Pensé que si cuando estoy en una habitación con cinco personas noto sus emociones, cuando estuviera en el partido de jockey notaría las emociones de diez mil personas. ¡Eso es demasiado! Y me di la vuelta y empecé a andar en dirección contraria”

    A pesar del mito, los inuit no se besan frotándose la nariz, y la mera sugerencia de este gesto les irrita. Lo que si practican es el "kunik", una especie de resoplido de afecto que sobre todo emplean las madres con sus hijos, aunque también lo hacen las parejas. Y es que las palabras “beso” y “olor” se designan con la misma palabra. Características similares se incluyen en los saludos de otras gentes, sobre todo el saludo "hongi" utilizado por los maoríes de Nueva Zelanda y Hawai, respectivamente (pulsando la nariz y la frente a la vez a otra persona en un encuentro) así el “ha” o “el aliento de la vida” se mezcla y se intercambia. También se saludan de manera similar los nómadas de Mongolia en el desierto de Gobi, así como ciertas culturas del sudeste asiático, como los camboyanos, laosianos, tailandeses e Ibans.

    Entre los ariaal, en Kenya, lo que comparten no es el aliento, sino la saliva: te cogen la mano y con indiferencia te escupen en la plama.

    Aún con todo, los inuit no tienen costumbre de despedirse cuando se marchan. Rasmussen observó que las fiestas y reuniones eran como un regalo para ellos, donde desarrollaban un gran sentido del humor y creatividad a través de múltiples formas de entretenimiento y celebraciones ante unas condiciones de vida muy duras. Malaurie hablaba de la costumbre Pôlar que genera una red compleja de relaciones, visitas y de la obligación de devolverlas. Las visitas a las casas se sucedían continuamente. Incluso podías entrar en una casa, te ofrecían té o café, y al cabo de un rato te marchabas dando las gracias sin haber abierto la boca. Lamentablemente, en la actualidad, la circulación de personas es menor.
    En las áridas estepas de Mongolia, es casi imposible ver a alguien dándose un beso en la mejilla como saludo o despedida; de hecho, a no ser que se despidan para no verse en mucho tiempo, tampoco se dicen adiós, sino que simplemente se separan, muchas veces sin volverse a mirar. La palabra “bayartai”, que significa “adiós”, sólo se pronuncia cuando la persona no piensa regresar. Pero sabe que si lo hace, encontrará siempre una puerta abierta. En la estepa, los mongoles no necesitan tocar a la puerta, y es que nunca cierran las puertas de sus casas.



    Fuentes:

    Libro “Quinta Disciplina en la práctica” de Peter Senge.
    Libro: "De tránsito de sueño en sueño" Clara Valverde.
    Libro: “Bajo un cielo azul cobalto” Louisa Waugh.

    Wednesday, January 4, 2012

    Cabecillas, grandes hombres, jefes, estados y pijos: la evolución de la política.

    "Sustentados por sus súbditos, los jefes y sus familias se distanciaba cada vez más del pueblo llano. Se construían templos para sus jefes, crearon las alineaciones megalíticas de Stonehenge y Carnac, levantaron las grandes estatuas de la isla de Pascua..."
     
    "La ropa de marca, los coches deportivos italianos, la alta tecnología, las frecuentes expediciones de compra, los fines de semana en la costa, los restaurantes caros... Si esto implica endeudarse con tarjetas de crédito, retrasar el matrimonio y vivir en apartamentos libres de niños... ¿cabe imaginar mejor prueba de lealtad hacia los superiores?"

    De Marvin Harris. Libro "Nuestra especie":

    La reciprocidad no era la única forma de intercambio de los pueblos igualitarios de tribus y aldeas. Hace tiempo que nuestra especie encontró otras formas de dar y recibir. Entre ellas, la forma de intercambio conocida como redistribución.

    Se habla de redistribución cuando las gentes entregan alimentos y otros objetos de valor a una figura de prestigio como, por ejemplo, el cabecilla, para que sean juntados, divididos en porciones y vueltos a distribuir. Era cuando se disponía de más alimentos que de costumbre. Eran estas ocasiones para cantar, bailar y renovar ritualmente la identidad del grupo. Los cabecillas-redistribuidores no sólo trabajan más duro que sus seguidores, sino que también dan con mayor generosidad y reservan para sí mismos las raciones más modestas y menos deseables. Por consiguiente, en la redistribución todavía existía la igualdad política, como cuando había reciprocidad.

    Pero esto tuvo otras consecuencias:

    Si es buena cosa que un cabecilla ofrezca festines, ¿por qué no hacer que varios cabecillas organicen festines? O, mejor aún, ¿por qué no hacer que su éxito en los festines constituya la medida de su popularidad y legitimidad como cabecillas? De aquí surgió el gran hombre. Pero para ello, las campañas y proclamaciones públicas de la generosidad del redistribuidor se hacían necesarias.

    Ya no existe la modestia de esos cabecillas que lo daban todo sin recibir nada, ni siquiera las gracias. Como decían los ¡kung: “Rechazamos al que alardea, pues algún día su orgullo le llevará a matar a alguien. Por esto siempre decimos que su carne no vale nada. De esta manera atemperamos su corazón y hacemos de él un hombre pacífico”.

    Al contrario, en las sociedades regidas por el gran hombre, la jactancia fue llevada a su grado máximo, como por los kwakiutl, habitantes de la isla de Vancouver, durante los banquetes competitivos llamados potlatch donde estos hombres regalaban sus posesiones. Obsesionados con su propia importancia, decían cosas como éstas:

    "Soy el gran jefe que avergüenza a la gente [...]. Llevo la envidia a sus miradas. Hago que las gentes se cubran las caras al ver lo que continuamente hago en este mundo. Una y otra vez invito a todas las tribus a fiestas de aceite [de pescado...], soy el único árbol grande [...]. Tribus, me debéis obediencia [...]. Tribus, regalando propiedades soy el primero. Tribus, soy vuestra águila. Traed a vuestro contador de la propiedad, tribus, para que trate en vano de contar las propiedades que entrega el gran hacedor de cobres, el jefe."

    Y es que cuanto más concentrada y abundante era la cosecha y propiedades que obtenían, tanto más crecían las posibilidades de los grandes hombres de adquirir poder sobre el pueblo. En tiempos de escasez la gente acudía a ellos en busca de comida y ellos, a cambio, pedían a los individuos con aptitudes especiales que fabricaran ropa, vasijas, canoas o viviendas de calidad destinadas a su uso personal. Al final el redistribuidor ya no necesitaba trabajar en los campos para alcanzar y superar el rango de gran hombre.

    La gestión de los excedentes de cosecha bastaban para legitimar su rango. El gran hombre se había convertido en jefe, y sus dominios ya no se limitaban a una sola aldea sino que formaban una gran comunidad política, la jefatura.

    Pero los redistribuidores que se recompensan a sí mismos en primer lugar y en mayor medida siempre han precisado echar mano de ideologías y rituales para legitimar su apropiación de la riqueza social, y las de mayor influencia eran la reivindicación de la descendencia divina.

    Ahora bien, no hay que esperar de los dioses y sus familiares inmediatos un aspecto y un comportamiento propios del común de los mortales. Ataviándose con vestiduras bordadas de los tejidos más delicados, turbantes cuajados de joyas, sombreros y coronas, sentándose en tronos de arte intrincado, alimentándose únicamente de manjares exquisitos servidos en vajillas de metales preciosos, residiendo en suntuosos palacios y en tumbas y pirámides igualmente suntuosas después de la muerte, los grandes y poderosos crearon un modo de vida destinado a atemorizar e intimidar tanto a sus súbditos como a cualquier posible rival. Hacer publicidad de fuerza ante los rivales compensa, de lo contrario se malgastan muchas energías para afirmar tal fuerza.

    Sustentados por prestaciones voluntarias, los jefes y sus familias podían entonces embarcarse en un tren de vida que los distanciaba cada vez más de sus seguidores. A pesar de estos presagios, la gente prestaba voluntariamente su trabajo personal para proyectos comunales, a una escala sin precedentes. Cavaban fosos y levantaban terraplenes defensivos y grandes empalizadas de troncos alrededor de sus poblados. Construían templos y casas espaciosas para sus jefes. Trasladaban rocas de más de cincuenta toneladas y las colocaban en líneas precisas y círculos perfectos para formar recintos sagrados.

    Fueron trabajadores voluntarios quienes crearon las alineaciones megalíticas de Stonehenge y Carnac, levantaron las grandes estatuas de la isla de Pascua, dieron forma a las inmensas cabezas pétreas de los olmecas en Veracruz, sembraron Polinesia de recintos rituales sobre grandes plataformas de piedra y llenaron los valles de Ohio, Tennessee y Mississippi de cientos de túmulos. 



    Demasiado tarde se dieron cuenta estos hombres de que sus jactanciosos jefes iban a quedarse con la carne y la grasa y no dejaron para sus seguidores más que huesos y tortas secas. Así surgieron los primeros Estados: cuando la población se hizo numerosa y estuvo limitada a una falta de tierras con recursos a las que poder huir cuando no estaba dispuesta a soportar impuestos, reclutamientos y órdenes, mientras los jefes disfrutaban de lujos. 

    Hasta nuestros días los objetos suntuarios y lujosos siguen conservando su importancia crucial en la construcción y el mantenimiento del rango social. Pero su mensaje ya no es el mismo, como veremos por los yuppies o pijos.


    En los primeros Estados e imperios cualquier intento por parte de los comunes de emular a la clase dirigente sin el consentimiento de ésta se consideraba como amenaza subversiva. El mejor ejemplo es el cerrado sistema de castas de la India. Aunque siempre existían casos de emulación a las altas clases, como por ejemplo la costumbre de vendar los pies entre las mujeres chinas y de encorsetarse entre las americanas, prácticas que incapacitaban de forma conspicua a las mujeres para el trabajo y, por consiguiente, las convertían en candidatas a miembros de la clase privilegiada. O el uso del burka, vestimenta utilizada por la clase alta, que de este modo se "aislaba" del pueblo llano a las mujeres del emir, evitando así su mirada.

    Pero en el capitalismo, las altas esferas no están reservadas a aquellos que insisten en ser los únicos con derecho a posesiones raras y exóticas. El poder y la riqueza proceden del comercio en mercados abiertos y todo se puede comprar. No sólo no hay ninguna ley que impida que una persona normal adquiera un RollsRoyce, fincas en el campo, caballos de carreras, yates, gemas y metales preciosos de toda clase y raros perfumes, las obras de grandes artistas y artesanos y lo último en alta costura y cocina, sino que la riqueza y el poder de la gente que se encuentra en la cima aumentan en proporción con el volumen de tales compras.
    Y esto me lleva a la situación de los  yuppies, acaso los consumidores de objetos suntuarios más voraces y depredadores que el mundo haya visto jamás. La mala fama de los yuppies se debe a una implacable condición del éxito, impuesta desde arriba por una sociedad en la que la riqueza y el poder dependen del consumismo masivo. Sólo los que pueden dar prueba de su lealtad al ethos consumista encuentran admisión en los círculos más selectos de la sociedad de consumo. Para el joven que asciende en la escala social (o que no quiere bajar en la escala social), el consumo es no tanto el premio como el precio del éxito.
    La ropa de marca, los coches deportivos italianos, la alta tecnología, las frecuentes expediciones de compra, los fines de semana en la costa, los restaurantes caros: sin todo ello resulta imposible entrar en contacto con las personas que hay que conocer, imposible encontrar el empleo idóneo. Si esto implica endeudarse con tarjetas de crédito, retrasar el matrimonio y vivir en apartamentos libres de niños...

    ¿cabe imaginar mejor prueba de lealtad hacia los superiores?


     

    Si quieres saber más sobre las sociedades igualitarias de los cabecillas: http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com/2011/12/las-sociedades-igualitarias-los-hombres.html