F. Schiller. La educación estética del humano.
El humano se diferencia de sus parientes más próximos, los simios, tanto por diferencias anatómicas como por el comportamiento simbólico, intersubjetivo, proyectivo, metafórico... lúdico al fin y al cabo.
Una propiedad específica importante señalada por biólogos y etólogos es la capacidad para la risa, el humor y el juego. Según Desmond Morris, antropólogo, la risa aparece en el ser humano en el tercer o cuarto mes de la vida y, al parecer, es una curiosa derivación del llanto. Aparece cuando la madre o el padre comienza a jugar con el hijo, y éste ya les ha individualizado mediante un apego especial, por lo que el llanto sorpresivo y amenazante se convierte en risa.
Esta capacidad para el juego, también se da en otros animales no humanos, asociada necesariamente al aprendizaje, pero la característica específica es que en el humano el juego puede disociarse del aprendizaje y prolongarse como actividad propia durante toda la vida. Mientras hay vida propiamente humana, hay juego.
Michael Gazzaniga, (psicobiólogo, codirector del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y del Centro de Investigación de Primates Wolfgang Köhler ) comenta:
"¿Por qué nos gusta tanto la ficción, por qué nos atrae tanto lo ficcional? En cierto modo, es como si nos preparara para lo desconocido, nos prepara para lo inesperado, nos permite haber practicado mentalmente la manera de afrontar una situación nueva mediante la ficción…
Otro motivo es que el arte nos brinda una capacidad metafórica fabulosa, porque constantemente nos ponemos a pensar en algo siguiendo la vía lógica y nos quedamos atascados, sin saber hacia dónde tirar. Y de repente se abre otra posibilidad argumental… Una metáfora… y la adoptamos y aplicamos a aquello que nos ha dejado totalmente paralizados, y nos percatamos de que se puede analizar de un modo distinto, desde otro ángulo."
Esto está relacionado con la neotenia del ser humano. La palabra "neo-tenia" viene del griego "neo" , joven, y del verbo "teineîn", extenderse y se caracteriza por la conservación del estadio juvenil en el organismo adulto.
Aunque el término fue utilizado ya a finales del XIX, ha sido el famoso biólogo Stephen Jay Gould -recientemente fallecido- quien ha sostenido en el siglo XX que el humano se distingue del chimpancé precisamente por sus rasgos de neotenia, esto nos permite seguir aprendiendo y adquiriendo nuevos hábitos durante toda o casi toda nuestra vida.
Por su parte, el etólogo y antropólogo Desmond Morris ha relacionado la neotenia con ciertas gozosas sensaciones de los adultos de nuestra especie y ciertas contradicciones entre lo que creemos que somos, animales inteligentes y racionales, obejtivos y científicos, con su naturaleza biológica que se rebela sin cesar. Así nos describe:
"Y ahí tenemos a nuestro “Mono Desnudo, vertical, cazador, fabricante de armas, territorial, neoténico, cerebral, primate por linaje y carnívoro por adopción, dispuesto a conquistar el mundo“.
"Todos los jóvenes monos son curiosos, pero el impulso de su curiosidad tiende a menguar al convertirse en adultos. En nosotros, la curiosidad infantil se fortalece y se extiende a nuestros años maduros. Nunca dejamos de investigar. Nunca pensamos que sabemos lo bastante para ir tirando. Cada respuesta nos lleva a otra pregunta, éste ha sido el más grande ardid de supervivencia de nuestra especie."
Pero nada de esto es nuevo. No al menos para ciertas sociedades que las catalogamos como primitivas. Eduard Punset, comunicador científico, escribió una esclarecedora columna hace unos años desde Estados Unidos:
"Esta columna la escribo desde Albany, la capital del Estado de Nueva York, en Estados Unidos (...). Allí tuve la oportunidad de conversar con representantes de las tribus indias que los españoles llamaron navajos y lakotas.
Las intervenciones de estos últimos fueron las que más me interesaron. Fue mi segunda sorpresa: me quedé fascinado al descubrir de la boca de Águila Brava –Wanbli Oitika es su nombre original–, y de la elegante Gallo de la Pradera –Cio, para los miembros de su tribu–, que sus tradiciones milenarias habían anticipado varios de los descubrimientos científicos más recientes. En la tradición de la tribu de Águila Brava –marcada por la gestión matriarcal– se evitaba cualquier conflicto de la pareja con la madre política considerando, simplemente, que el hombre de la casa no superaba nunca los 12 años de edad, con lo que la ignorancia y el ninguneo del yerno por parte de la suegra –que nunca aceptaba que el marido de su hija la superara a esta última en dones– quedaban plenamente justificados.
Ahora bien, la sorpresa viene de haber comprobado hace muy poco tiempo que la especie humana es la única conocida en la que el macho conserva a lo largo de toda su vida un nivel de infantilismo mucho mayor que el de la hembra. Los machos nunca dejan del todo la niñez, como muestran su comportamiento, sus juegos y sus pasatiempos. La hembra, es cierto, se comporta también como una niña –de la misma manera que los varones se comportan como niños durante la infancia–, pero muy pronto se olvidan de la infancia.
¿Cómo es posible que la cultura heredada de los navajos y lakotas hubiera asimilado en sus conductas familiares lo que la ciencia acaba de comprobar ahora?"
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