"Es estúpida la idea de que la multiplicación de los contactos con el exterior es una amenaza contra la identidad, algo que se escucha a menudo No hay identidad sin la presencia de los otros. No hay identidad sin alteridad"
"Si se les enseña a los niños a hacer películas, estarán menos alienados con la imagen, porque comprenderán que es algo que se fabrica. Hay que formarlos no como consumidores, sino como creadores. El nuevo humanismo es eso: formar a la gente para que controle los instrumentos. Formarlos para crear"
"Creo que hay que llevar a cabo algo más que el multiculturalismo para crear otro tipo de diversidad, lo más importante es el multi-individualismo. Mañana la moda intelectual puede cambiar y lo importante me parece el individuo"
"El carácter instantáneo de la comunicación es uno de los factores que ayudan a la difusión de esa idea según la cual la historia terminó (...) lo que es sorprendente, porque, al fin y al cabo, todavía tenemos todo por descubrir"
En su obra destaca una valiente aproximación al concepto de la "sobremodernidad" construido a partir de una reflexión sobre la identidad del individuo en función de su relación con los lugares cotidianos y la presencia de la tecnología.
—En defensa de la identidad se evocan a menudo "las raíces" de un pueblo o una nación?
Esta metáfora de la raíz se asimila a la idea de tierra de los orígenes. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la historia trata de grupos que se movieron. Se reivindica una identidad en parte ilusoria y se la cree amenazada precisamente porque no se llegan a admitir las relaciones de alteridad. No es la alteridad la que pone la identidad en crisis. La identidad está en crisis cuando un grupo o una nación rechaza el juego social del encuentro con el otro.
—Su objeto de estudio es la sociedad. ¿Qué es lo que percibe en la sociedad contemporánea?
Estamos en una sociedad de consumo, que define nuevos modos de individualidad. Se asocia menos a la idea del capitalismo la del individuo emprendedor, a pesar de que esta imagen existe aún. En el nivel de las grandes masas, portarse bien es consumir mucho. El índice de consumo es el índice de salud de un país. El consumo se dirige a individuos tipo, que son la imagen de los consumidores. Tenemos interlocutores ficticios en la televisión, pero que cumplen un papel importante para el consumidor. Hay gente que no soportaría vivir sin tener su cita diaria con el noticiero o con el reportaje del sábado. Esta relación estructura el tiempo.
—¿Cree que es un problema la relación que tenemos con la imagen?
Pasamos gran parte de nuestro tiempo reconociendo a gente que no conocemos. Es una experiencia sin precedente, inédita. ¿Cuál es el carácter de la relación que hoy podemos tener con estas imágenes, que no son puras invenciones? A diario veo por la televisión a Chirac, Bush o Putin. ¿Cuál es la naturaleza de esta relación? Es, a la vez, familiar e ilusoria. El hecho de que este mundo de imagen ocupe una importante parte de mi tiempo hace que me plantee un verdadero interrogante. Hay una sobrevalorización constante de la imagen. Los que están en la pantalla tienen una forma de existencia más fuerte, desde un cierto punto de vista, porque millones de personas los reconocen. De ahí el sentimiento de que hay que pasar a través de la imagen para existir. La mejor manera de cautivar a las audiencias es darles la impresión de que pueden estar en la televisión. De ahí el éxito de los reality shows.
—¿Hay que adoptar y querer las nuevas tecnologías?
Las nuevas tecnologías de comunicación, en cuanto medios, son algo extraordinario, que multiplica las posibilidades. Ahora bien, por su éxito y por los modos que toman en la sociedad de consumo, puede ocurrir que los medios se conviertan en un fin en sí, bajo diferentes aspectos. Pienso que no hay que perder de vista que los medios de comunicación son medios y que las imágenes son imágenes. Pero como vivimos en un mundo donde la realidad está repleta de imágenes, podemos dudar acerca de cuál es el nivel de realidad exacta.
Sólo intensificando la relación con los medios y con las imágenes se podrá controlarla. Como ejemplo: si se les enseña a los niños a hacer películas, estarán menos alienados con la imagen, porque comprenderán que es algo que se fabrica. Hay que formarlos no como consumidores, sino como creadores. El nuevo humanismo es eso: formar a la gente para que controle los instrumentos. Formarlos para crear.
El carácter instantáneo de la comunicación es uno de los factores que ayudan a la difusión de esa idea según la cual la historia terminó y que no hay nada más por imaginar que lo que existe. Ese sentimiento contribuye al desencanto laico que hay en el mundo. No se espera nada del futuro, no hay perspectivas entusiastas, lo que es sorprendente, porque, al fin y al cabo, todavía tenemos todo por descubrir.
—Tradicionalmente en la política, la izquierda ha tenido el papel de proponer utopías, ¿por qué parece que hoy en día ya no es capaz de ofrecer una utopía convincente?
El papel de la izquierda es doble: mantener la necesidad de pensar el futuro, porque hay que salir de la ideología del presente, que es una sociedad que consume todo, especialmente imágenes de televisión, lo que proporciona una forma pasiva de existir y de consumir. Pero pensar el futuro y también imaginar concretamente las etapas es importante, porque esa dispersión de los votos de la izquierda puede deberse a gente que no tiene una idea bien precisa del futuro y que cree ver cierta fragmentación en ella, como si hubiera diferencias radicales dentro de la izquierda. No es sensato, puedo preguntarle a un verde, a un socialista, incluso a un trotskista, cuál es su visión del futuro dentro de 30 o 40 años y será muy fácil ligar el discurso de uno y otro, pero no tienen una idea bien precisa, tienen que hacer progresos para definir esa idea y definir etapas. Está claro que un partido de izquierda hoy en día tiene que ser reformista, puede ser que a largo plazo la reforma cambie y se vuelva otra cosa, pero lo que hay que hacer es pensar a largo plazo, imaginar el futuro, y a corto plazo pensar de manera modesta. La clave me parece realmente pensar el futuro, es decir, saber cuál es la finalidad de la sociedad. Cuestionarse si la economía es un medio o un fin, por ejemplo, son debates que no son de tipo abstracto y filosófico, sino bien concretos.
A mi manera de ver estamos ahora como la gente de Extremadura en el siglo XV, que no sabía lo que había más allá y descubrieron un mundo nuevo. Estamos explorando ahora el espacio, y no hay que ser profeta para decir que dentro de un siglo tendremos relaciones con el espacio que no podemos imaginar hoy en día. El planeta será tan sólo un punto de partida, y ya hoy comienza a verse pequeño, incluso en la conciencia de cada uno. Por otro lado, estamos descubriendo los secretos de la vida, de la identidad, con la genética, y pienso que la antropología de hoy en día tiene que ser a la vez una antropología económica para observar los discursos a propósito de ese medio que es la economía, y una antropología de la ciencia, porque finalmente aquí hablamos de unas finalidades. Lo que hacemos juntos inconscientemente es progresar en el conocimiento y diría que el problema es el siguiente: es solamente una parte de la humanidad la que está dentro de ese progreso científico, mientras que la otra parte es considerada de segunda clase. Hay un esfuerzo inmenso de educación para que toda la humanidad esté involucrada en el proceso del conocimiento, y este discurso puede parecer utópico, pero no lo es realmente, porque además tiene otros medios para desarrollar la educación y eliminar las causas de la violencia en el mundo, pero hay muchos obstáculos, como las ideologías, las religiones…
—Estamos en una sociedad donde hay grandes grupos mediáticos que controlan la información. ¿Cuáles podrían ser hoy los espacios colectivos más idóneos para la opinión pública?
Hasta ahora esta opinión pública tiene a su disposición para formarse solamente los medios de comunicación a través de los que se escucha el discurso de las grandes empresas, de los gobernantes políticos, constituyendo una recepción pasiva. Creo que hay que encontrar otras formas de democracia además de la representación y la información; la representación es absolutamente importante, pero demasiado lejana a la escala de las organizaciones, y la información también lo es, pero es ambigua. Lo interesante es una expresión de asociaciones, nuevas modalidades de socialización, creadas sobre la base del trabajo o la defensa de unas posiciones filosóficas o globales, que parece demostrar que no existe realmente una despolitización, sino que hay otra manera de hacer política.
No pienso en las asociaciones o en otros tipos de grupos como una alternativa que sustituya la representación política clásica, porque esta representación debe continuar, pero todos los tipos de asociación que expresan una forma renovada de vida social tienen que ser escuchados para la organización de la vida democrática.
—Tradicionalmente “lo otro” ha despertado expectación y misterio, relacionándose lo exótico con él. ¿En este mundo global corre peligro de desaparición ese exótico?
No. Lo exótico es como la historia en nuestras ciudades, es un espectáculo, es una puesta en imágenes. Y lo exótico existe todavía en la imaginación de unos turistas que quieren ver otras cosas, pero es una ilusión de la que se es más consciente cada día. En una época donde la gente tiene miedo porque hay demasiados movimientos de emigración, la poesía del otro desaparece. Se habla hoy en día de los paisajes naturales, de ir a atravesar la selva, luchar contra el mal, estando implícita en todo ello una ideología de la naturaleza a la que siempre hay que prestar atención. Por otra parte, este gusto por el desafío público ante la naturaleza también es una manera de no negar a los otros. No obstante, no me gusta la carrera París-Dakar, en la que los autos se enfrentan a las dificultades de la naturaleza, y donde los organizadores dicen que van a aportar dinero a estos países, pero en realidad la carrera es el desafío físico frente a la naturaleza, y por parte de los africanos es una fascinación por este mundo de técnica y riqueza, es una manera de quedar entre sí en el país de los otros. Este ejemplo me parece resumir la situación actual, son imágenes para los otros y para Occidente también, y respecto a los otros pueblos, un poco de dinero, compasión, caridad. Odio este tipo de situaciones».
—Actualmente predominan en la vida social las tendencias provenientes de la defensa del multiculturalismo, posturas que despiertan ciertas sensibilidades sin duda necesarias, pero que también dan lugar a nuevos conflictos. ¿Cómo ve la convivencia entre lo “políticamente correcto” y esas otras costumbres largamente arraigadas?
Creo que hay que llevar a cabo algo más que el multiculturalismo para crear otro tipo de diversidad, lo más importante es el multi-individualismo. Tengo siempre una dificultad cuando me preguntan por mis orígenes, ya que mis abuelos eran de Bretaña, Cataluña y Burdeos; de la misma forma, en Francia 1 de cada 4 personas tiene al menos un abuelo que es de fuera del país. Es decir, personalmente conozco algo de Bretaña, pero no puedo decir que mi cultura adquiera su significación de ahí, mi cultura tampoco es parisina, aunque he vivido siempre en París, también he vivido en África, por lo que también tengo elementos de cultura africana. Lo que quiero decir es que cada individuo tiene experiencias culturales de vida diferentes y no tiene por que ser encerrado en una cultura, incluso una cultura que corresponde a su país natal, aunque está claro que puede reivindicarla si quiere. Pero al nivel de una organización, mi preferencia es que tenemos que tratar con individuos, no con culturas, porque las culturas también pueden ser un instrumento de opresión. Podríamos tener todo un debate sobre las nociones de tolerancia, de relativismo, que son nociones ambiguas, pero ¿qué es la tolerancia? Que yo piense que tú tienes derecho a equivocarte y que esto es recíproco. En realidad, no pienso como tú, pero creo que tengo razón, claro que también puedo equivocarme. Sin embargo, no puedo decir que se puede pensar cualquier cosa y no tengo respeto hacia ciertos aspectos de algunas “culturas”, ya que, por ejemplo, para mí una mujer es exactamente igual que un hombre, a nivel teórico no tengo ningún respeto intelectual por las posiciones que dicen que hombres y mujeres tienen su puesto. Está claro que no voy a hacer la guerra, pero podemos pensar que tenemos que hacer un esfuerzo. En este sentido me siento más cercano al siglo XVIII que al siglo actual. Mañana la moda intelectual puede cambiar y lo importante me parece el individuo. La cultura se puede reivindicar por parte de los individuos, diría mejor “las culturas”, en esa mezcla que hay siempre, pero no hay que partir de la cultura, sino que hay que tomar al individuo como punto de referencia».
Fuentes: