Contactamos con los Amondawa en 1986. Muchos han aprendido el portugués e incorporado algunos objetos manufacturados a su vida diaria, pero en general permanecen relativamente fieles a su estilo de vida, empezando por su idioma.
En un estudio publicado por las universidades de Portsmouth y Rondonia se indica al respecto que el lenguaje Amondawa revela la ausencia del concepto de tiempo, algo que es altamente inusual considerando que la gran mayoría de las culturas llega recurrentemente a mapear el paso del tiempo como si fuera una dimensión espacial, pensando que el pasado quedó “atrás” y el futuro nos espera “adelante”.
Pese a que los Amondawa entienden que un evento ocurre en un determinado momento, no asumen que el tiempo fluye independientemente de los eventos que puedan o no ocurrir. No tienen una palabra puntual para “tiempo” ni para ninguna subdivisión arbitraria como mes o año. Para ellos no tiene ningún sentido la idea de “trabajar toda la noche” porque lo que importa es el fruto de ese trabajo y no el intervalo empleado. Esto contradice cualquier concepto de eficiencia del método científico, pero por otro lado el pensamiento racional tuvo que atravesar la revolución industrial y el capitalismo antes de llegar a concebir el trabajo orientado a metas tres siglos después.
Los Amondawa no miden su edad en años, obviamente, sino que se refieren a los distintos hitos de su vida y las distintas posiciones que van ocupando dentro de la tribu conforme pasa el tiempo y adquieren nuevas responsabilidades (ritos de paso)
Todo esto choca con nuestra concepción del tiempo… ¿pero qué es el tiempo? Julian Barbour, físico y matemático, al igual que otros muchos científicos, afirma con contundencia que, en realidad, el tiempo no existe. “Creo que en última instancia el tiempo no existe en absoluto, que el universo es estático e incluso que el movimiento es una ilusión. Cuando miras mis manos moverse en el universo real, si pudieras permanecer fuera del universo y vieras el universo como realmente es, verías que esta apariencia de movimiento es una ilusión, y esto es lo que creo”.
Como ilusión lo es también la percepción del tiempo: ¿Por qué nos parece que el tiempo se ralentiza cuando vivimos una situación peligrosa, novedosa o que no controlamos? Sin embargo, las películas que vemos o un recorrido que hacemos por segunda vez resultan más breves cuando ya no es la primera vez que lo hacemos. David Eagleman (neurocientífico, experto en la percepción) “Me dedico fundamentalmente, a estudiar cómo el cerebro interpreta el tiempo. Y lo sorprendente es que el tiempo es muy maleable; puedo hacer algo en el laboratorio que te haga creer que algo duró más o menos de lo que realmente duró, o que algo se produjo antes que otra cosa, aunque en realidad fue lo contrario. Resulta que nuestra noción del tiempo es cambiable. Como con las ilusiones ópticas” “Esto es porque hay una zona del cerebro llamada amígdala que sólo interviene en momentos de mucho estrés o miedo o emoción para retener esta información importante cuando se produce en su memoria. Durante un hecho que da miedo, nuestro cerebro retiene recuerdos más ricos, más densos. De modo que cuando se vuelven a leer más tarde, la sensación es que duró mucho”
Lo que está claro es que lo que no existe es una sola idea del tiempo. Robert Levine en su libro “La geografía del tiempo” recorre sus diferentes percepciones a lo largo de diversas épocas y culturas, fruto de su investigación por treinta y un países.
Con él viajamos a Brasil, donde llegar tres horas tarde es algo perfectamente aceptable, y al Japón, donde se nos revela un sentido del largo plazo inaudito en Occidente. En algunas comunidades de los Estados Unidos descubrimos que el crecimiento demográfico afecta el transcurso de la vida, e incluso el de una caminata. Así, establece las características principales en la determinación del ritmo de vida de las sociedades: cuanto más sana es la economía de un lugar, más rápido es su tempo y menos tiempo libre queda por día, y los lugares más calurosos son más lentos (los tres países más lentos, en la investigación de Levine, fueron México, Brasil e Indonesia).
A lo largo de la historia, recorremos la Antigua Grecia para examinar los primeros instrumentos de medición y luego nos desplazamos a través de los siglos hasta el inicio del ‘tiempo reloj’ creado durante la revolución industrial. Los relojes son cada vez más exactos y alrededor de 1880, un joyero neoyorquino llamado Willard Bundy y un físico y matemático escocés de nombre Alexander Dey desarrollaron sistemas de medida de tiempo para registrar la entrada y salida del trabajo de los empleados. O sea que empieza el control laboral estricto de parte de la patronal y se difunde cada vez más el concepto de puntualidad como una virtud esencial y necesaria para vivir armoniosamente en sociedad. Para facilitar el adoctrinamiento social masivo, esta noción se incorpora sin demora a los textos escolares.
A partir de allí se produce una escalada fanática en términos de control de tiempo. Frederick Taylor, obsesionado con la eficiencia absoluta en la administración de las fábricas, llegó a cronometrar el tiempo de los movimientos de cada trabajador. Sus conclusiones fueron aplicadas en los más variados ambientes de trabajo y marcaba los tiempos adecuados para las siguientes actividades: abrir y cerrar cajones de carpetas, sin seleccionarlos: 0,04 segundos; levantarse de la silla: 0,033 segundos; moverse en la silla hasta un escritorio adyacente, distante a un metro, 30 centímetros: 0,050 segundos.
Levine agrega que una de las grandes ironías de la época moderna es que con todas las creaciones que supuestamente ahorran tiempo la gente cuenta con mucho menos tiempo para sí que antes. Por lo general, se considera que la vida en la Edad Media era triste y deprimente, pero la gente disfrutaba entonces mucho del tiempo libre. En realidad, hasta la Revolución Industrial, la mayor parte de los hechos indica que la gente mostraba poca inclinación por el trabajo.
El antropólogo Allen W. Johnson en “La evolución de las sociedades humanas” dice que “como resultado de producir y consumir más, tenemos menos tiempo. Esto funciona así: a mayor eficacia en la producción, cada individuo debe producir más bienes por hora. Y si aumenta la productividad, para mantener activo el sistema, debemos consumir más bienes. El tiempo libre, entonces, queda convertido en tiempo de consumo, porque en sociedades como la nuestra, el tiempo que no se dedica a la producción o al consumo es considerado cada vez más como una pérdida”
Dado que el tiempo es una construcción humana que define y marca culturas, que influye sobre la vida social y hasta sobre la salud de las personas, deberíamos aprender a funcionar en medio de una sociedad multitemporal, donde cada individuo sea el portador de su propia geografía del tiempo. Philip G. Zimbardo ha estudiado la psicología del tiempo durante 30 años y resume sus investigaciones en su libro “La paradoja del tiempo”
“Se puede pensar en el pasado de dos maneras: pensar en todas las cosas malas (los abusos, los rechazos) o pensar solamente en las cosas buenas. Se puede vivir en el presente disfrutando del momento (y ser feliz) pero si lo haces en exceso te puedes volver adicto a todo. En cambio, si eres un fatalista del presente: «nada de lo que haga va a cambiar las cosas». Entonces no planearás nada, porque tener planes o no tenerlos no cambia nada. Si estás orientado al futuro, antes de tomar una decisión, sopesas cuáles son los costes y cuáles son los beneficios. Pero si te centras excesivamente en el futuro, te vuelves adicto al trabajo… por ejemplo”
“Me planteo entonces cómo podemos empezar a entrenar a las personas para que tengan una perspectiva temporal equilibrada. Que no sea negativo sobre el pasado, sino positivo, porque lo positivo del pasado son tus raíces, tu familia, tu cultura en el tiempo, tu identidad. También hay que tener un poco de hedonismo del presente en momentos seleccionados: al acabar el trabajo, que está proyectado al futuro, date una recompensa. Éste es el equilibrio temporal ideal”
Y un truco de Eagleman (neurocientífico): “Si quieres que parezca que tu vida ha durado más, lo que tienes que hacer es perseguir cosas nuevas, necesitas probar cosas nuevas todo el tiempo, conducir por un camino distinto cuando vuelves a casa. Si siempre almacenas recuerdos nuevos, parecerá que tu vida ha sido más larga”
“Ten paciencia, mira a tu alrededor. Comprende quien eres, de donde vienes y por qué y a dónde vas. Comprende que el tiempo está de tu lado y que el hecho de que alguien haya inventado un reloj no te obliga a apresurarte en la vida. Si comprendes eso, sabrás como utilizar el tiempo. Por lo tanto, la vida ya no es un problema. Hoy ya no es un problema. Nada es un problema, porque tú comprendes que el tiempo no existe” Russell Means, Sioux.
Fuentes:
"Indios Norteamericanos, Sabiduría Esencial" Compilación de Osvaldo Rao.
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