"Frente a un mundo cada vez más complicado en el que a cada uno le cuesta encontrar su lugar, el hecho de controlar su cuerpo es también una manera de controlar el mundo que se nos escapa"
"Todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo".
"Todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo".
David Le Breton es antropólogo y sociólogo francés, está especializado en las representaciones y roles del cuerpo humano como fenómeno social y cultural. Es profesor en la Universidad de Estrasburgo, miembro del Institut universitaire de France e investigador en el laboratorio Cultures et Sociétés en Europa.
EL SABOR DEL MUNDO: SIENTO LUEGO EXISTO.
"En el libro “El sabor del mundo” me pregunto qué es ver, escuchar, sentir, tocar, gustar. A partir de la idea de “siento luego existo”, ya que somos corporalmente en el mundo y no hay vínculo con el mundo que no haya pasado primero por los sentidos. El mundo es solamente lo que tocamos, lo que vemos, lo que escuchamos, y hay una construcción social y cultural del hecho de ver, de probar la comida, de sentir. Los hombres no ven las mismas cosas de una sociedad a la otra, por ejemplo el universo de los colores es muy fascinante para estudiar. Hay sociedades que describen el universo con sólo dos colores y tienen un vocabulario cromático solamente entre el blanco y el negro, y hay otras que descubren al mundo con un vocabulario cromático de cuatro colores. Se puede también aplicar a los demás sentidos, por ejemplo las mujeres tienen un vocabulario y una percepción olfativa mucho más amplia que los varones, lo que habla de la manera en que se socializan mujeres y varones. Una niña va a ser más sensible a los perfumes que un niño. No recuerdo que mis padres me hayan dicho alguna vez algo respecto a los olores, a lo sumo para decirme que olía mal".
NUESTRA SOCIEDAD: HUMANIDAD SENTADA.
Para mí, el cuerpo está en el centro de las preocupaciones de innumerables occidentales. En los últimos años se desarrolló un mercado del cuerpo que alimenta una preocupación por la apariencia, la juventud, la seducción, la belleza, la delgadez... Y también el cuerpo está en el centro de las preocupaciones en términos de salud, por las actividades físicas y deportivas que muchos de nuestros contemporáneos practican para mantenerse en forma. Creo que el cuerpo se convirtió en un elemento importante de nuestras preocupaciones, en la medida en que es cada vez menos utilizado en el desarrollo de la vida cotidiana y de la vida profesional. Yo he hablado del tema de la "humanidad sentada", es decir que, para muchos de nuestros contemporáneos, el cuerpo en la actualidad no sirve para nada. Muchos de nuestros contemporáneos están sentados durante todo el día en el coche y en la oficina, y en los edificios urbanos vemos el auge de las escaleras mecánicas, que hacen que la gente se detenga, no se mueva; como si el cuerpo ya no sirviera. En ese contexto de subutilización del cuerpo nace el sentimiento de no sentirse bien en el propio pellejo. Esa subutilización del cuerpo provoca una fatiga nerviosa.
CONTROLO MI CUERPO: CONTROLO EL MUNDO.
Hay un culto ambivalente del cuerpo: por un lado hay un odio por el cuerpo y por el otro una pasión por el cuerpo. El culto del cuerpo es la voluntad de modelar el cuerpo, de "trabajarlo". El cuerpo que no fue "trabajado" no resulta un cuerpo interesante. La sociedad convirtió el cuerpo en un accesorio, una suerte de materia prima con la que podemos construir un personaje. Por medio del fisicoculturismo, de las dietas, nos volvemos en cierto modo ingenieros de nuestro propio cuerpo. La gente que no trabaja su cuerpo es señalada como aquella que se deja estar, y es excluida. Tienen mala reputación. Como si fueran personas moralmente cuestionables porque no juegan el juego del marketing, de los cosméticos...
Creo que el mito de la belleza multiplica la violencia simbólica en todas las clases sociales. La belleza para las mujeres y los músculos para los varones son como un refugio para los viejos estereotipos. Frente a un mundo cada vez más complicado en el que a cada uno le cuesta encontrar su lugar, el hecho de controlar su cuerpo es también una manera de controlar el mundo que se nos escapa. Es un universo de enraizamiento y una manera de no desaparecer, de dar una definición mínima de sí mismo, está dentro de las dificultades de construir una identidad en el mundo de hoy.
MIRA MI LOOK: ÚNETE A MI.
En un mundo precario la única certidumbre que tenemos es nuestro cuerpo. Las relaciones afectivas, matrimoniales y laborales devienen muy débiles, precarias, no hay nada seguro en el mundo de la globalización y el neoliberalismo de hoy. La única cosa que dura para toda la vida es nuestro cuerpo. En un mundo en el que el otro se aleja, no queda otra cosa que la apariencia para existir. Se intenta llegar a la mirada del otro a través de un look, del piercing, de los tatuajes, de las marcas comerciales, el cuerpo vuelve a ser un lugar de un estatuto, que es un poco lo que caricaturizan los adolescentes que multiplican los signos porque así existen. Personalizaron el ringtone del celular, personalizaron también el cuerpo y así les parece que el mundo entero los mira con admiración. En un mundo en el que estamos menos unidos, finalmente la última salida es a través de la mirada del otro.
Sobre todo en el caso de las mujeres. Es la cuestión de la tiranía de la apariencia, que se da con mucha más frecuencia en los Estados Unidos y en América latina, donde la mujer sólo vale por lo que es su cuerpo, está asignada a su cuerpo. El hombre rara vez es juzgado por su cuerpo, si bien el mercado se está ampliando para alcanzarlo en determinados cuidados estéticos. No obstante, la proporción aún es mayor entre las mujeres, que sobre todo en sociedades cultural y económicamente más pobres sólo ven la salvación a través de su cuerpo, ven su cuerpo como el único medio para un ascenso social. Sólo el cuerpo las puede salvar.
PONERSE EN BLANCO: ESCAPANDO DE LOS LÍMITES DEL CUERPO.
Actualmente las conductas de riesgo se multiplican y radicalizan. Por ejemplo, en los 70 el cuerpo no era un problema, no existía esta mercantilización del cuerpo, hoy nos da culpa nuestra apariencia y esto se asocia a conductas de riesgo con problemas alimentarios como la bulimia y la anorexia. Hoy hay una multiplicación de las fugas, una actitud masoquista muy fuerte, ésa sería la diferencia, y la aparición de nuevos síntomas como la alcoholización de los jóvenes, que es más una búsqueda del coma alcohólico que de virilidad. Es lo que llamo “ponerse en blanco” o “desaparecer de sí mismo” en mi libro En sufrimiento, para mí es una de las grandes figuras antropológicas de las conductas de riesgo. Este ponerse en blanco, este coma, es no tener que responder más al contrato de la identidad, es un fenómeno bastante reciente. Todo es una búsqueda de la realidad, de encontrar límites físicos, de encontrar la sensación de lo real que nos está faltando.
REZANDO AL CYBORG: LA TECNOLOGÍA
Es una voluntad de escaparse del cuerpo, es la dimensión de lo post humano o del transhumanismo, ahí se encuentra el cyborg es decir la fusión del hombre y la máquina, o esta idea de “subir” la mente a Internet.Y aquí se da de forma declarada, es decir que son autores, investigadores, que reivindican un rechazo a la vieja humanidad, que es percibida como pasada de moda, irrisoria, obsoleta. Y en este caso el cuerpo es el lugar de su combate. Para ellos el cuerpo es el vestigio de una humanidad obsoleta y deplorable y hay que preocuparse por eliminarlo. El hecho de querer permanecer siempre joven, de no morir nunca. A partir de ahora simplemente ya no es Dios o un elíxir quien va a darnos la coartada de la eternidad, sino la tecnología. Estamos pues ante una especie de religiosidad de la técnica, la técnica que reemplaza a Dios o a los dioses. Por eso cierro mi libro Adiós al cuerpo diciendo que por suerte estamos lejos de la realización de estos imaginarios, porque todo el sabor del mundo pasa por el cuerpo, y si perdemos el cuerpo perdemos todo el sabor del mundo.
EL ROSTRO: LO QUE NOS DESNUDA.
Los únicos lugares desnudos del cuerpo son las manos y el rostro. A partir de nuestro rostro somos juzgados, reconocidos, amados, detestados. Por nuestro rostro se nos asigna un sexo, una edad, se nos juzga como bellos o feos. El rostro es un lugar de alta vulnerabilidad en el vínculo social, porque nos deja desnudos frente a la mirada de los otros. Podríamos calificar al racismo como la liquidación del rostro.Para el racista, el otro no existe en su singularidad. Todos son iguales, según la típica expresión del racista. El rostro le dice a los otros quiénes somos nosotros, en realidad, para las personas que nos conocen y que nos reconocen. Pero cuando vamos a otro país, nos da la impresión de que todo el mundo se parece y, por ejemplo, cuando nosotros occidentales vamos a Japón, nos da la impresión de que todos los japoneses se parecen demasiado entre sí. De igual modo, los japoneses piensan lo mismo de los occidentales, y entre África y Europa sucede lo mismo… Como verá, la individuación del rostro también implica disponer de una cierta cantidad de códigos culturales, de la costumbre de vivir con personas que se nos parecen y, entonces, de poder identificar inmediatamente la forma de un rostro, de un gesto, etc.
CAMINO, LUEGO EXISTO.
Hay una dimensión positiva y feliz de encuentro con el cuerpo. Un ejemplo es el auge del caminar. Yo escribí un libro que se llama Elogio de la caminata . Vemos en Europa y en los Estados Unidos cada vez más decenas de millones de personas que caminan, no desde el culto obsesivo del cuerpo, sino desde el reencuentro con el placer de existir. Es una manera de usar todos los recursos corporales, sensoriales: la persona que camina encuentra la plenitud del sentido de su existencia. Me gusta analizar la caminata como una forma de resistencia: es ponerse por encima de esa pesadez que concierne al cuerpo hoy.
EL SABOR DEL MUNDO: EL GUSTO POR LA VIDA.
La cuestión del gusto por la vida me parece fundamental. El progreso de la ciencia, ya se sabe trágicamente hoy, no tiene nada que ver con el progreso moral. Las técnicas no son sino medios, pero tienden a convertirse en un fin por sí mismas. Cuando vemos lo mal que se vive en las sociedades occidentales, el miedo al futuro, el abismo terrible que separa a ricos de pobres, a las sociedades occidentales de las otras, sólo puede llegarse a la conclusión de que hay que hacer una pausa, de tomar tiempo para vivir. En este mundo en el que las técnicas abundan, el sentido desaparece. La felicidad de los hombres no se teje con la acumulación de técnicas, sino en el sentido que damos a la existencia.
www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.4717/pr.4717.pdf
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