Hay sociedades sin escritura, pero ninguna sin música. Las melodías nos unen, nos hacen compartir estados de ánimo, forjan lazos sociales y fomentan la cooperación. En algunas culturas se usan como forma de rebajar tensiones y para rebajar diferencias entre personas. Se ha visto que al escuchar música se activan las áreas del cerebro encargadas de la empatía, donde están las neuronas espejo, que actúan reflejando las acciones y emociones de los otros como si fueran propias. De esta forma podemos sentir el dolor de los otros, su alegría, su tristeza, imitar sus acciones. Quizás por eso, la música es capaz de tocar nuestras emociones y crear lazos sociales porque nos permite compartir sentimientos.
A lo largo de la historia, los seres humanos nos hemos unidos para bailar, cantar y celebrar rituales. De hecho, no hay celebraciones que valgan que no tenga música, y eso ha sido así desde las antiguas tribus a los actuales conciertos de rock.
La música es una sucesión de señales acústicas que recoge nuestro oído y lo envía al cerebro y allí se descodifican y se les da significado. Todo ello pasa en fracciones de segundo. Para ello el cerebro tiene que involucrar a las emociones que son las encargadas más importantes de convertir el sonido en algo comprensible.
Stefan Koelsch, músico, psicólogo y neurólogo aclara la importancia de la música:
La música traspasa fronteras.
“Uno de mis estudiantes de doctorado viajó al norte de Camerún e hizo una investigación con personas que nunca habían escuchado música occidental antes. Estas personas fueron capaces de decir: “esta pieza suena bastante alegre, esta otra bastante triste y aquella bastante aterradora”. Suponemos que es porque en la tradición musical occidental la música triste imita la prosodia de una voz triste: tonos bajos que van disminuyendo el timbre, por ejemplo, un tempo que no sea rápido, sólo pequeñas variaciones de tono. Parece ser que cuando se codifica en forma de música, aunque nunca hayamos escuchado dicha música antes, somos capaces de reconocer qué emoción expresa la pieza en cuestión.”
La música nos emociona.
“La música tiene esa capacidad de ayudarnos a cambiar nuestro estado de ánimo, si lo deseamos. Desde la neurociencia sabemos que la música es muy poderosa a la hora de activar cada una de nuestras estructuras emocionales en el cerebro. Esto significa que la música es capaz de evocar el núcleo mismo, el núcleo de las estructuras cerebrales responsables y creadoras de nuestro universo emocional, algo muy importante también para las terapias donde podemos intentar aplicar la música para ayudar a aquellos pacientes que padecen trastornos de sus estructuras cerebrales y que están relacionados con las emociones”
En el libro ‘Musicofilia’ del neurólogo Oliver Sacks, narra la asombrosa historia de Clive Wearing, un músico y musicólogo inglés que a los cuarenta y cinco años sufrió una devastadora infección cerebral que afectó gravemente a su memoria. Desde entonces, su rango de memoria es de siete segundos. En su diario, escribe, una y otra vez, anotaciones del tipo: 2.10 pm: esta vez estoy perfectamente despierto (…) 2.14 pm: esta vez estoy por fin despierto (…) 2.35 pm: esta vez absolutamente despierto… Pero cuando Clive se sienta al piano, comienza su contacto con el mundo: todo su saber musical, su capacidad para tocar el piano y el órgano, para cantar o dirigir un coro se conservan intactas.
La música es el mejor lenguaje.
“De hecho, algunos de nuestros estudios han probado que la música puede comunicar información, que no es algo que simplemente crean los terapeutas de la música y que no tenga base científica”
“Como humanos, somos una especie social y no podríamos haber sobrevivido a lo largo de la evolución sin cooperar ni comunicarnos, si no hubiésemos manifestado un comportamiento social con otros individuos. Mientras hacemos música, volvemos a vivir todas esas experiencias y ponemos en marcha todas esas funciones sociales. Existen algunas sociedades donde, si dos personas están enemistadas y acuden a un “tribunal”, se espera de ellos que canten, no pueden pelearse. Bueno, pueden exponer el motivo del enfrentamiento pero tienen que cantar el motivo de la pelea. Porque la gente no puede mentir con la misma facilidad cuando canta y se enfrentan unos a otros de una manera mucho más cooperativa, de un modo que tiene mucho más sentido que cuando simplemente nos gritamos”
“A menudo, cuando hablamos de emociones utilizamos palabras para referirnos a algo que sentimos en nuestro cuerpo. Cuando utilizo una palabra para referirme a una sensación de mi cuerpo y tú utilizas la misma palabra, ¿cómo puedo estar seguro de que nos estamos refiriendo a lo mismo? Nunca se sabe. Pero, ¿y si utilizamos la música?, ¿y si utilizo la música para evocar algo en ti, emociones y sensaciones que tengo en mi cuerpo? A veces, la música puede hacerlo mejor. Con la música podemos comunicar esa información incluso sin que se vea distorsionada por las palabras.”
La música es innata.
“Somos de forma innata, desde lo más profundo de nuestra naturaleza, criaturas musicales, muy musicales, todos nosotros. Y hay una buena razón para ello: además de que nos permite desempeñar todas esas funciones sociales mientras hacemos música, también necesitamos esas capacidades para aprender a hablar.
Cuando nacemos, no sabemos qué significa “pechos”, “leche”, “beber” o “sorber”, pero aprendemos a hablar al escuchar los sonidos musicales del lenguaje y así es como los niños aprenden a hablar, escuchan la música del habla y al hacerlo también entienden el lenguaje.”
“No sólo los adultos se entienden mucho mejor cuando no hablan con una voz monocorde, le ponen una cierta entonación y ritmo. En el caso de los niños, también es muy importante pues hay estudios que demuestran que si los padres no hablan con sus hijos jugando con la entonación los niños son mucho más susceptibles de padecer trastornos del habla y del lenguaje”
En definitiva, la música une:
Los gorgoritos yodel de los Alpes…
...y los de los Baka, Pigmeos, en Cameroon!!
Y la vida es ritmo:
Fuentes:
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