"¿Corrobora el estudio antropológico las pruebas del estudio de los primates, la anatomía humana y la psicosexualidad? Hemos analizado la evolución de la sexualidad humana desde cuatro o cinco puntos de vista, y lo que hemos visto es que desde cada uno de ellos llegamos a la misma conclusión: la monogamia va contra la naturaleza”
"La monogamia es un artefacto enonómico de la revolución agrícola y las estructuras que surgieron de ella"
Christopher Ryan, psicólogo.
Christopher Ryan, después de dos décadas viajando por el mundo, se doctoró en Psicología. Junto con su mujer, la psiquiatra Cacilda Jethá, ha publicado el libro Sex at dawn (Sexo al amanecer), que resume su estudio multidisciplinar. "Una de las cosas que hizo posible escribir este libro es que somos investigadores independientes, no estamos atados a un punto de vista concreto. Hemos tenido el tiempo y la libertad para hacer una aproximación multidisciplinar. Las universidades pagan las facturas y te dan becarios, pero si estudias antropología los becarios no están interesados en investigar la parte genética, ni el departamento lo permitirá"
Uno de los puntos de vista fué el arqueológico, el estudio de los primeros homínidos. Las excavaciones indican que en la Prehistoria los seres humanos vivían en grupos pequeños donde no existía la propiedad. Se compartía la caza, el refugio, la crianza de los hijos y también la actividad sexual. Esto maximizaba las posibilidades de supervivencia del grupo. Contra la idea de “el hombre es un lobo para el hombre”, parece que el estado primitivo del ser humano es la cooperación.
Tampoco es necesario remontarse a tiempos tan lejanos. En numerosas tribus de indios del Amazonas se cree que una mujer necesita acumular el semen de varios hombres para quedar embarazada. Las mujeres buscan tener relaciones con varios hombres para que el bebé herede lo mejor de cada uno: el mejor cazador, el más gracioso, el más fuerte y el mejor contador de historias. Estas relaciones múltiples se prolongan durante el embarazo.
Así, los bebés nacen con una madre y múltiples padres. Todos ellos son responsables de participar en la crianza de sus hijos. Al otro lado del mundo, los mosuo de China viven en un matriarcado donde las mujeres reciben en sus chozas a amantes diferentes cada día. La paternidad no tiene importancia para ellos.
Otra forma de analizar la naturaleza sexual del homo sapiens es fijarse en sus congéneres, los demás primates. En el caso de los gorilas, los machos luchan entre sí hasta que uno de ellos termina expulsando a los demás y tomando posesión de un harén de varias hembras. Los machos grandes y fuertes tienen ventaja. El resultado es un acentuado dimorfismo sexual: el macho del gorila es casi el doble de grande que la hembra.
Sin embargo, no hay grandes diferencias de tamaño entre los machos y las hembras de los chimpancés y bonobos, que son promiscuos. La vida de los bonobos es una orgía constante. Todos los machos copulan con todas las hembras, que no tienen celo ni presentan signos externos de ovulación, igual que en los humanos.
Sin embargo, no hay grandes diferencias de tamaño entre los machos y las hembras de los chimpancés y bonobos, que son promiscuos. La vida de los bonobos es una orgía constante. Todos los machos copulan con todas las hembras, que no tienen celo ni presentan signos externos de ovulación, igual que en los humanos.
La cópula, pues, no solo sirve para la reproducción: es una forma de cohesionar el grupo. La pelea por las hembras no es necesaria.
Si los machos no se pelean entre sí, ¿cómo se asegura la supervivencia de los más aptos? La respuesta es la competencia espermática. Sus espermatozoides libran la batalla dentro de las hembras, mezclados con los de otros machos. El semen de mejor calidad tendrá más posibilidades de fecundar.
También influye la cantidad. Los bonobos tienen los testículos más grandes y producen la mayor cantidad de semen en cada eyaculación en proporción a su tamaño. En comparación, el gorila tiene un micropene de apenas cuatro centímetros y produce poco semen durante un coito de 16 segundos. ¿Para qué más? Su paternidad está asegurada después de ganar la pelea.
Todo parece indicar que la competición espermática también tiene lugar en los humanos. Pocas diferencias de tamaño entre macho y hembra, testículos grandes, el segundo mayor volumen de eyaculado y, por si fuera poco, el pene más grande de todos los primates.
La corona del pene humano tiene una forma acampanada que no se ve en otros simios. Según varios estudios, está diseñada para crear vacío en cada embestida y, así, extraer el semen de competidores anteriores, con el mismo principio que un desatascador casero.
Si los machos no se pelean entre sí, ¿cómo se asegura la supervivencia de los más aptos? La respuesta es la competencia espermática. Sus espermatozoides libran la batalla dentro de las hembras, mezclados con los de otros machos. El semen de mejor calidad tendrá más posibilidades de fecundar.
También influye la cantidad. Los bonobos tienen los testículos más grandes y producen la mayor cantidad de semen en cada eyaculación en proporción a su tamaño. En comparación, el gorila tiene un micropene de apenas cuatro centímetros y produce poco semen durante un coito de 16 segundos. ¿Para qué más? Su paternidad está asegurada después de ganar la pelea.
Todo parece indicar que la competición espermática también tiene lugar en los humanos. Pocas diferencias de tamaño entre macho y hembra, testículos grandes, el segundo mayor volumen de eyaculado y, por si fuera poco, el pene más grande de todos los primates.
La corona del pene humano tiene una forma acampanada que no se ve en otros simios. Según varios estudios, está diseñada para crear vacío en cada embestida y, así, extraer el semen de competidores anteriores, con el mismo principio que un desatascador casero.
Pero entonces, la cuestión es: si nuestros cuerpos no están hechos para la monogamia, ¿por qué hemos cambiado?
Para Christopher Ryan y otros autores, el cambio ocurrió con el descubrimiento de la agricultura. Los huesos de los cazadores-recolectores de hace 50.000 años nos cuentan que llevaban una buena vida. No sufrían epidemias, ni caries, ni obesidad. Y no trabajaban más de ocho horas por semana para sobrevivir.
Los pocos cazadores-recolectores actuales llevan vidas igual de tranquilas. Estas sociedades tienden a ser igualitarias y pacíficas, y así debían de ser nuestros ancestros. Hasta hace 10.000 años, el mundo estaba casi despoblado, con solo cuatro millones de seres humanos. ¿Por qué pelearse con otra tribu por un trozo de bosque, si con caminar un día más se llega a un lugar deshabitado?
Para las sociedades agrícolas, la paternidad se vuelve importante. Hay que alimentar a los hijos propios y legarles las tierras. La única forma de asegurar la paternidad es controlar a las mujeres y su actividad sexual.
Conquistar la sexualidad femenina.
Con la llegada de la agricultura y la monogamia, el deseo femenino se convirtió en un estorbo. Aparecieron los matrimonios de conveniencia, la criminalización del adulterio y una negación del placer femenino, con prácticas atroces como la ablación del clítoris.
La liberación de la mujer y las sociedades igualitarias occidentales están abriendo las puertas a otra sexualidad. Los intercambios de parejas han salido de la clandestinidad. El poliamor es ya un fenómeno social que se extiende por EEUU, Canadá y toda Europa: personas que forman parejas abiertas en las que pueden mantener relaciones sexuales con otros.
O bien, tríos o cuartetos que funcionan como unidades familiares, compartiendo su cama, sus vidas y sus hijos. La variedad es tanta que en inglés se habla de non-monogamy para intentar abarcar todos los tipos de relaciones que se salen de la norma.
Una frase lo resume de forma excelente: “Te presento a mi mujer, a su novio, a mi novio y a nuestra novia, su marido vendrá en un rato”.
Artículo entero:
Entrevista a Christopher Ryan:
http://www.abc.es/20120125/sociedad/abci-humanos-infieles-naturaleza-201201241744.html
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