Wednesday, December 14, 2011

Los indios que nunca mienten: los guaraníes.

“En lengua guaraní ñe’ê significa “palabra” y también significa “alma”.

Creen los indios guaraníes que quienes mienten la palabra, o la dilapidan, son traidores del alma.” 
Eduardo Galeano, escritor.


Los guaranís, o los avá (“hombre” en lengua guaraní), se consideran ñe’êngatu (ñe’ê = palabra + ngatu = perfecta); es decir, emiten palabras perfectas; y por consiguiente, dicen solamente lo que deben decir y hablan solamente cuando tienen algo que merezca la pena decir. Para ellos, la palabra es sagrada. En esencia, el indígena Guarani no debe mentir; y por consiguiente, la lengua tampoco.

David Galeano Olivera, profesor y Licenciado en Lengua Guaraní, relata una anécdota sobre la importancia de las palabras para estos indios:   

“Después de mucho insistir y sobre todo de habernos ganado su confianza, un día nos invitaron a participar de un no'õvusu, o asamblea de líderes o mburuvicha, una especie de "cumbre presidencial", donde tratan cuestiones de interés general. Es un encuentro privado, sólo reservado a ellos. Recuerdo que los líderes llegaron de grandes distancias, de a pie (15, 30, 50 y más kilómetros) para aquel no'õvusu. Estuvieron 11 en total. En fín, el primer día, un martes, se sentaron acompañados de sus mujeres y debidamente ataviados. Estuvieron todo el día sin decirse una sola palabra, absolutamente nada. Se levantaron del sitio solamente para comer o para cumplir sus necesidades. El día siguiente ocurrió lo mismo. Y el tercer día, como a la media tarde, uno de ellos –el inspirado– se puso de pie y solamente pronunció tres palabras: “ko'áĝa ñañemitỹva'erã avati”. Después de escucharlo, todos se pusieron de pie y retornaron a sus comunidades. Imagínense, se reunieron tres días únicamente para escuchar tres palabras, palabras sagradas” 

El concepto de la perfección es algo que les apasiona. Es su razón de ser. Basta recordar que en el Alto Parana y Kanindeju viven los Ava Guarani o Avakatu o Avakatuete (donde ete es superlativo), es decir, personas perfectas o plenas. Es por ello que los están obligados moral y éticamente a practicar lo correcto, el error solo puede ser una casualidad.

La imperfección siempre fue una molestia para el indígena. De allí también la tradición del tera’o (quitarse o cambiar el nombre). Esta notable práctica se daba y se da cuando la persona comete una infracción moral. Ocurrida la imperfección, el siguiente paso será ponerse un nombre nuevo, sin manchas, que les garantice nuevamente su condición de tekokatu (vida perfecta) y avakatu (hombre perfecto) Pero la cuestión no pasa por andar cambiando de nombre a cada rato. El tera’o es prácticamente un acto de humillación social. Por otra parte, el indígena Guarani está seguro que puede llegar a la plenitud de la perfección: el aguyje (estado de gracia) Por eso, cuando le ponían o le ponen el nombre a una persona, no mienten ni imaginan, sino que estampan con ese nombre, mediante la palabra, las características más exactas de la persona. Es decir, el nombre es la persona misma, es la esencia de la persona, su identidad.

"...Es difícil hablar sobre la identidad en un ratito, porque es un tema muy complicado... pero algunas cosas si se pueden decir... con respecto a eso, creo que se universalizó en los últimos años una concepción de la identidad que me parece muy limitada, que diría que casi que reduce la identidad a un asunto de museo, y yo creo que sobre todo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos, o sea, creo en una identidad en movimiento, creo en una identidad viva y creo mucho más en las identidades elegidas que en las entidades heredadas, en una región del mundo como es América Latina que tiene una amplia experiencia en la materia.

Por citar sólo dos ejemplos, pero los ejemplos son miles y miles y miles, citaría dos de casos de identidad elegida: un antropólogo alemán llamado Curt Unckel que llega a Brasil a principios del siglo XX, o sea, mil novecientos y un poquito, para estudiar a los guaraníes. Es un hombre joven, recién regresado de una universidad alemana y al entrar en contacto con los guaraníes, con los Tupí guaraníes, que son los guaraníes del Brasil, descubre que él es guaraní, y bueno, asume esta revelación, pasa a llamarse Curt Nimuendajú, "nimuendajú" significa en guaraní "el que elige su casa". Y muchos años después muere siendo un indígena guaraní, que además es un antropólogo que se estudia a sí mismo. O sea, que ya no está estudiando a otro como si fuera una cosa ajena, sino que estudia sus adentros..." Eduardo Galeano.

Curt Nimuendajú (1883 - 1945), nacido y conocido hasta 1921 como Curt Unckel, era etnólogo y antropólogo. De joven, pasaba muchas horas estudiando mapas y leyendo todo lo que en la biblioteca de la fábrica donde trabajaba había sobre los indios de la América del Norte y del Sur. En 1905, apenas dos años después de su llegada al Brasil, Curt Unkel toma contacto con los guaraníes del interior del Estado de São Paulo, y no tarda en verificar que está en condiciones de presentar al mundo científico muchos conocimientos nuevos e importantes sobre ese pueblo. 

Los guaraníes son un pueblo nativo originario de la región amazónica, que se estableció en distintas regiones del continente, especialmente en el Paraguay (la palabra Paraguay, deriva de un vocablo guaranì: “Agua grande que desemboca”) y en Argentina (noreste), en Brasil (sur y suroeste) y sureste de Bolivia.
La auto denominación étnica original de los hoy llamados guaranies es avá, que significa "hombre". El muy difundido nombre "guaraní" les fue dado por los españoles al escuchar los gritos de guerra de este pueblo, guará-ny (combatir-les). Otra version afirma que la denominación se tomo de "guariní" que significa precisamente guerra o guerrear, al parecer los mismos indios se denominaron de esa manera, indicando con ello que se consideraban guerreros. Actualmente se estima que aún existen cientos de miles de guaraníes y su idioma es hablado por 5 a 12 millones de personas.

“A veces”, recordaba el etnólogo Robert H. Lowie sobre Curt (Nimuendajú) Unckel, “me parecía injusto que yo pudiera estar sentado cómodamente en casa, mientras él andaba de viaje por ríos peligrosos, recorriendo las selvas tropicales o visitando sin éxito alguno ciertas tribus indígenas que habían sido ampliamente exterminadas por alguna epidemia de sarampión. Sin embargo, él no deseaba otra cosa que viajar donde los indios; todo lo que esperaba de la vida era el apoyo financiero suficiente para poder realizar sus viajes”.


En una carta fechada en 1920 el historiador Clemens Brandenburger describía su encuentro con Unckel que había acudido a él “todo andrajoso, proveniente de una estancia donde los guaraníes”, pero que luego no aguantó por mucho tiempo, ya que “no le agradaban ni la gran ciudad de São Paulo ni el trabajo periodístico”. “No aguanta nunca mucho tiempo en un mismo sitio”. “En tales casos, es poco lo que uno puede hacer, y tiene que dejar que [esas personas] vivan su vida de acuerdo con las leyes a las que ellas responden”.

El desasosiego y la precariedad monetaria constituyeron dos constantes en la biografía de Curt Unckel, quien fue durante toda su vida un marginal tanto para el mundo académico como para la sociedad brasileña en general. La única pausa en medio de ese espíritu incansable lo encontró entre los indios, a cuyo estudio dedicó cuatro décadas de su vida, antes de morir el 10 de diciembre de 1945, en circunstancias no esclarecidas hasta hoy, en una aldea de indios ticuna a orillas del río Solimões.

He vivido siempre como un indio entre los indios, y durante esa vida, aunque no he estado exento de errores, he aprendido a hablar la lengua guaraní quizá mucho mejor que algunos que han escrito más sobre el tema que yo”. En el año 1906 fue “acogido en la tribu con todas las formalidades”, momento en el cual también fue rebautizado con su nuevo nombre indio: “Nimuendajú”, un apelativo al que algunos investigadores atribuyen el significado de “el que ha establecido su morada”; y que otros, de un modo más detallado, interpretan como “aquel que supo abrir su propio camino en este mundo y conquistó su lugar”.

El lugar que Curt Nimuendajú Unckel supo conquistarse fue la vida en las aldeas indígenas de Brasil. De los más de doscientos pueblos indígenas que hoy habitan en ese país, él conoció en persona más de cuarenta. “Nimuendajú”, sin embargo, siguió siendo el nombre con el que el propio Unckel se denominó a sí mismo a partir de entonces, era el nombre con el que firmaba y que consta oficialmente en su expediente civil.

Y con el que estudiaba sus adentros.



Fuentes:

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